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El cantar de las avecillas y la molesta luz del sol entrar por la ventana hasta chocar con su rostro, hizo despertar al peliverde lentamente, no sabía qué hora era, pero era temprano, eso era seguro, sin embargo, se giró para apoyar su mejilla en el pecho del híbrido dormido a su lado, sus ojitos se cerraron nuevamente tratando de recuperar el sueño, pero no conseguía perderse del todo. Odiaba despertar tan temprano y que, al tratar de volver a descansar, no lo consiguiera gracias al estúpido sol.

En ese momento, Zoro alzó un poco su rostro para mirar al dueño de ese tatuado pecho amplio y cómodo en el que su mejilla descansaba dulcemente. Cabellos azabaches contrastando su precioso color, labios notoriamente dulces y levemente separados al dormir y su hermosa nariz, Zoro veía en Trafalgar la definición correcta de la palabra perfección, y se sentía bastante honrado poder contemplar el pedazo de arte que dormitaba en su cama.

—Buenos días, mi gatote...~ —Susurró dejando un beso en su impecable frente antes de levantarse de la cama dispuesto a preparar un rico desayuno para ámbos.

Después de darse una merecida ducha mañanera y cepillar sus perlados dientes, Zoro salió de la habitación con una camisa del híbrido y su pantalón pijama, normalmente, ponía de excusa que era más cómodo portar su ropa cuando la verdadera razón por la que lo hacía era porque adoraba el aroma del más alto impregnado en su frente y en cierta parte se sentía seguro. Con pantuflas de gatitos cubriendo sus fríos pies gracias a la brisa de la mañana, el peliverde comenzó a bajar las escaleras mientras soltaba un ligero bostezo silencioso, a su vez que restregaba sus ojitos con sus puños, debía estar en la cama en ese momento, junto al pelinegro, pero sentía la enorme necesidad de hacerle despertar de buena manera, por lo que comenzó a cocinar apenas estuvo dentro de la cocina.

Olor a huevos refritos, con salchichas fritas y mucho tocino se impregnaba por toda la cabaña dónde el peliverde habitaba, agregándole pan tostado recién calientitos con mantequilla embarrada en ellas y preparando jugo de naranja en un jarrón, a Zoro se le daba demasiado bien la cocina, y él lo sabía, pero al momento que hubo silencio mientras ponía todo en una charola, escuchó un delicado ronquido proveniente de la sala.

¿Huh?. Se preguntó mentalmente Zoro, y es que nunca había escuchado a su lindo minino que continuase durmiendo sin bajar en su sofá, con su corazón en sus manitos, asomó su cabeza por el umbral de la puerta de la cocina para mirar en dirección a la sala, pensando que su sorpresa ya era descubierta por Trafalgar.

Ahí yacían los otros dos gatotes de la noche pasada, como peso muerto sobre su sofá. Zoro reconoció al gatote de la carretera con medio cuerpo en el suelo alfombrado y el resto en el sofá, su compañero, estaba tranquilamente dormido en el otro sillón, con la boca levemente abierta y roncando a más no poder.

Gatotes feos. Pensó Zoro frunciendo su ceño mientras inflaba sus mejillas y regresaba a la cocina a terminar el desayuno para él y su lindo chico. Tan concentrado en lo suyo, los minutos pasaron y nunca se dió cuenta que uno de los grandes felinos había despertado y estaba en su forma felina en el umbral de la puerta.

—A Law le va a encant- ¡Ah! —Zoro chilló soltando uno de los panecillos con crema de maní cuando vió a Kidd mirándole fijamente con sus preciosos y brillantes ojos verdes como el vivo césped de primavera.

Zoro llevó una de sus manitos al área de su asustadizo corazón, mientras miraba al felino mover su cola peligrosamente. Su precioso pelaje negro podía perderse en la leve oscuridad del interior de su hogar, sin embargo, sus brillantes ojos verdes delataban a la pantera.

—¡¿Podrías dejar de mirarme e irte de mi cocina?! —Preguntó Zoro con las piernas temblorosas.

Kidd se convirtió en su forma humana, resaltando su cremosa piel blanquecina, su cabello rojo cuál fuego y adoptar su mirada seria.

ᒪEOᑭᗩᖇᗪO ✧ 𝗟𝗔𝗪𝗭𝗢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora