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03
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Forks, Washington 2005.
El receso había llegado, los Cullen esperaban a su hermana queriendo saber sobre su nuevo amigo y su rápida conexión, estaban curiosos por la nueva relación de su hermana pues poco conocían a los amigos de su hermana.
Los dos nuevos entraron a la cafetería sin ser consientes de que se robaron todas las miradas de los estudiantes, los dos sentados en una mesa hablando con tanta confianza que nadie quería interrumpir. Theo hablaba alegremente sobre unas de sus competencias en natación, Ivette lo escuchaba atentamente, estaban concentrados en ellos mismos que podían jurar que se leían la mente de solo seguir mirándose.
Jessica Stanley era una de las chicas populares y la que sabia todo de todos, y no duda en divulgarlo. Ver a la nueva Cullen con el chico nuevo sería una sabrosa noticia y acercarse a ellos sería lo unió que necesitaría para ser la abeja reina que siempre quiso ser, pero sus planes no estaban preparados para el nivel de los nuevos.
—Hola soy Jessica.
Ivette y Theo dejaron de platicar para ver a la chica, sus caras pasaron a la seriedad en menos de un segundo e incluso el cálido ambiente cambio —Ivette Cullen.
—Entonces es cierto que eres hermana de los Cullen.
—Por obviedad si cariño— se preguntaba si Jessica realmente usaba su cerebro.
—Si, y supongo que tú eres Theo Black.
—Theodore Black, se escucha mejor así— se notaba que a Theo no le agradaba Jessica, evitaba mirarla mientras jugaba con su comida intentado perderse en sus pensamientos.
—Bueno Jessica gracias por presentarte, pero nos tenemos que ir— sin esperar una palabra más de Ivette Theo se levantó y tomo la mano de su compañera para salir.
Jessica no sabía que sentir si vergüenza por la casi humillación, pena por las respuestas de Ivette o felicidad por ser la primera en hablarles y que no la ignoraran, pero algo era seguro que tanto Ivette como Theodore iban a ser difíciles de hablar y existía la mínima posibilidad que estuvieran en su círculo de amigos.
Theo estaba más tranquilo con Ivette en su brazo hablando de cómo eran las fiestas ilegales que hacían en su internado, escucharla hablar con tanta pasión hacia esos recuerdos era reconfortante y a veces la interrumpía para agregar algún comentario o un chiste.
Para el fin del día Theo estaba sentado en el frente de su carro escuchando una vez más a la rubia que estaba vez se quejaba de la tarea.
—Lo juro, la tarea de algebra no tiene nada que ver con el temario.
—¿tarea trampa? —Ivette lo miro como si le hubiera salido un tercer ojo —ya sabes para saber si realmente prestas atención a la clase, Ivette frunció el ceño, en el internado nunca habían hecho eso, si sus profesores pensaban que la clase no prestaba atención automáticamente se hacía un examen sorpresa —supongo que nunca lo hicieron en tu internado.