Capítulo 18.

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Kaena

Gruño revolviéndome en las sábanas para esconderme de la insoportable luz que entraba por la ventana.

–Buenos días, leonesa.– siento como el colchón se hunde a mi lado–. Será mejor que te levantes antes de que me termine comiendo tu desayuno y el mío.

Eso me hace incorporarme de un salto.

–¿Has hecho tortitas?– al verlo asentir una sonrisa aparece en mi rostro–. Como se te ocurra tocar mi plato, te castro.

Hace una mueca mientras me levanto para ir a la cocina. Escucho sus pasos detrás de mí, pero yo solo tengo ojos para la isla de la cocina, donde están las tortitas decoradas con frutas, y los botes de algunos siropes por alrededor.

Cuando nos sentamos me estiro para darle un beso en la mejillas.

–Gracias por alimentarme.

–Siempre a tu disposición.– me guiña un ojo mientras empieza a comer.

–¿Qué planes hay hoy? – pregunto curiosa mientras devoro mi plato.

–Vamos a ir de compras y ver un poco de la ciudad. –enarco una ceja.

– ¿Ir de compras? –suspira asintiendo– ¿Estás seguro de que podrás seguirme el ritmo?

–¿Seguimos hablando de ir a comprar? – me dedica una sonrisa pícara.

Ruedo los ojos mientras mastico.

Cuando termino me dirijo a meter mi plato en el lavavajillas y después guardar los siropes.

Escucho como me llaman en un susurro y me giro para ver a Araziel, pero él estaba masticando.

–¿Me has llamado?– le pregunto de todos modos.

Él niega, confuso.

Lo que faltaba, ahora encima es esquizofrénica.

Eso lo sospechaba desde que empecé a escucharte.

Oye, un respeta, que yo soy la voz de la razón.

Espero que eso solo sea un chiste malo.

Mis pensamientos se despejan cuando siento unas manos en mi cintura, iba a recostarme en él pero no me da tiempo.

–Aparta, que voy a guardar esto. – me enseña un bote de miel, y veo como intenta ocultar una sonrisa divertida.

–Que gracioso, deja la empresa de tu familia y vuélvete comediante por el bien de la sociedad. – me cruzo de brazos, mientras él se carcajea.

Se acerca para darme un beso pero giro mi cara, dejando sus labios en mi mejilla.

–Auch. – se lleva la mano al corazón.

–Ahora estamos a mano.

Cuando intento salir de la cocina, me arrincona contra la isla, dejando sus manos a mis dos lados.

Antes de que él pueda abrir la boca, presiono mis labios contra los suyos, sintiendo como sonríe, pasando sus manos de la encimera a mis caderas. Cuando lame mi labio inferior, abro mi boca dándole paso, y así empezando a pelear por quien tomaba el control.

Llevo mis manos a su pelo, mientras empujo mi pelvis contra la suya, buscando más contacto. Él gruñe, deslizando sus manos hacia mi culo para acercarme, jadeo al sentirlo.

Esto si era una buena mañana.

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–¿Podemos probar los famosos helados de Italia? –pregunto con una sonrisa ilusionada.

Almas SurferasWhere stories live. Discover now