Capítulo 10.

32 8 39
                                    

Kaena

Cansada, nadé hasta la orilla tumbada en la tabla, aprovechando las olas para impulsarme.

Ayer había sido un día emocionalmente pesado, aunque las últimas horas del día las pasé comiendo helado de stracciatella con Lei mientras nos desahogamos. No se quedó a dormir y aunque ayer por la noche me sentía triste por eso, hoy lo agradezco porque si lo hubiera hecho yo no hubiera pasado la mañana entre olas.

Clavé la tabla en la arena y cuando me iba a dejar caer en la arena una voz me sobresaltó.

-Días, porque buenas son las vistas que tengo ahora mismo.

Me giré hacia Araziel con el ceño fruncido, él tenía su mítica sonrisa vacilona siempre la usaba cuando quería sacarme de mis casillas y lo peor era que le funcionaba.

También funciona para ponerte cachon...

Cállate que son las diez de la mañana, por favor, estamos en horario infantil.

Me tomé un momento para observarlo correctamente, llevaba el torso al descubierto dejando a la vista sus pectorales y abdominales perfectamente trabajados, bajé la mirada hacia su bañador azul oscuro liso, donde se distinguía un bulto bastante notable..

Límpiate la baba.

-Mis ojos están arriba, Kaena.-La forma en la que pronunció mi nombre, con ese tono ronco... joder.

Fijé mi mirada en la suya, notando como la sangre subía a mi rostro.

-¿Sigues surfeando?-Carraspee tratando de disimular.

No sirvió de mucho ya que vi como ampliaba su sonrisa.

-Nunca deje de hacerlo, ya fuera por gusto o porque me recordaba a ti.

-Cállate.-me crucé de brazos, inquieta por el golpeteo de mi corazón.

La persona más amable.

Él solo sonrió y se despidió asintiendo con la cabeza.

Yo me quedé embobada viendo como se alejaba en dirección al mar, repasando sus hombros anchos, bajando hasta su trabajada espalda y llegando irremediablemente a su culo, mierda que culazo, no es que fuera de grandes dimensiones, tenía un tamaño normal, pero no se que tenía que lo hacía atractivo, como todo su ser.

Parpadeé dándome cuenta de lo pervertida que había sido y sonrojándome sin poder remediarlo.

No pude evitar mirarle adentrarse en el mar junto a su tabla, quedándome hipnotizada en la forma en la que mantenía el equilibrio, como si en vez de estar haciendo un esfuerzo para no caer ante la fuerza de las corrientes estuviera volando entre nubes ligeras.

Era casi tan bueno como yo.

Que no se note lo egocéntrica.

No sé cuanto tiempo estuve mirándole, solo sé que cuando salió del agua yo seguía ahí, aunque ahora estaba sentada en la arena, centrada en las gotas que recorrían su pecho, seguían por el abdomen y se perdían en por su cintura.

Quién fuera gota.

-¿Sigues aquí?-Preguntó sorprendido.-Pensaba que ya te habrías marchado.

Mentira, él sabía perfectamente que yo seguía aquí. Lo había visto dirigir su mirada muchas veces cuando estaba en el mar, lo que quería conseguir con eso era sonsacarme el por qué me había quedado.

-Una no se niega a unas buenas vistas.-Por un momento su expresión fue incrédula, pero al segundo pasó a ser una mucho más pícara.- Además yo no soy de abandonar mis supuestos lugares seguros.

Almas Surferasحيث تعيش القصص. اكتشف الآن