Capítulo 15.

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Kaena

No sé cuánto tiempo llevé allí encogida, solo sé que cuando cayó la noche yo seguía sin moverme.

Si lo miraba positivamente había sido lo suficiente valiente para plantarle cara a mi padre, y así dejarle ir.

Escuché como alguien me llamaba a lo lejos.

Reconocí su voz e intenté decirle que estaba aquí, de verdad que lo intenté, pero ningún sonido salió de mi boca, mis cuerdas vocales se negaban a funcionar.

De repente sentí el peso de su mirada en mí y observé sus zapatos.

–Mierda, que susto me has dado, Kaena, la puerta estaba abierta de par en par y no te encontraba. – cuando conecté nuestras miradas se dió cuenta de que algo iba mal, muy mal.

–¿Vamos dentro y me cuentas? – preguntó suavizando su mirada. – Aquí dentro de nada va a empezar a hacer rasca.

Asentí pero no hice ningún intento de levantarme.

Él, impaciente pasó sus brazos por debajo de los míos y me alzó, yo enredé automáticamente mis piernas alrededor de su cintura, abrazándolo como un koala, escondiéndome en el hueco de su cuello. Sentí como enterraba su nariz en mi pelo y dejaba un beso en él. Ese acto logró sacarme una mini sonrisa.

Ahí es.

Me dejó en el sofá, pero en cambio él no se sentó, sino que fue a cerrar las puertas y traerme mi pijama, que estaba compuesto por una camiseta suya, la cual me llegaba por la mitad de los muslos.

Cuando me la tendió no dudé en agarrarla y ponérmela, para así hundir mi nariz en ella. Seguí oliendo a él.

Me trajo también un vaso de agua, el cual me bebí del tirón.

Después de unos minutos silenciosos, le empecé a contar todo, en ningún momento alejó la mano que jugueteaba con mi pelo ni sus ojos dejaron los míos.

Vi como sus ojos se cristalizaron.

Cuando terminé de narrar, con la voz completamente rota, me abrazó como si nunca más me fuera a soltar.

–Siento mucho que hayas pasado por eso, eres muy fuerte, Kaena. – Me dió un beso en la sien. – Estoy orgulloso de ti, eres muy fuerte, no pienses lo contrario.

Lo abracé más fuerte.

¿Cómo podría haber detestado a este hombre durante tanto tiempo?

No tenía ni idea, como tampoco tenía idea de que había hecho para merecerlo.

Pero algo tenía claro, no lo iba a soltar, se siente hermanas, este italiano ya está pillado.

–¿Podemos dejar el tema?–Hizo un ruidito afirmativo.– Habla tú.

–¿Te acuerdas de los dibujos que te regalaba?

–Nunca me olvidaría, están en una caja, guardados en mi habitación.– Confesé.

–¿En serio?– Se alejó de mí para buscar mis ojos, en busca de que fuera una broma.

Asentí y él rió.

–Si es que en el fondo eres un cachito pan.–Pellizcó mis mejillas ganándose un manotazo mío.

–Nunca entendí por qué me dibujabas esas flores que eran blancas, amarillas y rosas, esas, ¿Cómo se llamaban?

– Plumerias, se llaman plumerias. Te las dibujaba porque mi madre decía que para los balineses significaba protección y buena fortuna, y después, para los hindúes significaba lealtad. –Dijo con una pequeña sonrisa.

Almas SurferasWhere stories live. Discover now