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Roier insistió en que el resto no tenían que acompañarlo si no querían, pero acabaron haciéndolo de cualquier forma. Ninguno pareció pensarlo mucho, y después de tres horas en el avión, se dieron cuenta de que tardarían más que solo un poco.

Mariana y Rivers estaban dormidos sobre uno de los sofás del jet, mientras que Roier y Aldo hablaban más que nada sobre el álbum.

—Quiero darle créditos en las canciones que escribimos juntos, ¿estaría bien que le hiciéramos un seudónimo para eso?

Aldo asintió recostándose mejor en dónde estaba sentado.

—Es tu álbum, Ro, lo que quieras hacer.

Roier mordisqueó la uña de su pulgar. Ahora cada vez que pensaba en Cellbit su estómago se volvía el hogar de un montón de mariposas. Aún quería golpearse contra la pared cada vez que eso sucedía y gritar hasta que le doliera la garganta, pues odiaba lo enamoradizo que se volvía, pero no había nada que pudiera hacer.

No podía evitar que cada vez que tocaba su guitarra, terminaba cantando algunas de las canciones que le había escrito a él, o que cada vez que le sucedía algo remotamente divertido, su primera reacción era sacar su teléfono y escribirle un largo párrafo a Cellbit sobre lo sucedido.

Era la verdad, se había enamorado de Cellbit, de manera irremediable y un poco dolorosa. También estúpida, pues por una buena razón ahora estaba ahí, en un vuelo de ocho horas hacia Bélgica solo por un accidente.

—¿Debería comprarle flores?

—Roier, no está muerto. Los choques son normales en su deporte —le dijo Aldo severamente.

El cantante pasó sus manos por su rostro con frustración.

—Lo sé, perdón, se me cruzó la idea —llevó su cabeza hacia atrás—. No sé que hacer con mi mente, odio que alguien me guste.

—Te encanta el drama, Roier, por favor —bufó su amigo cruzándose de brazos—. ¿Ya pensaste si vas a decirle?

Ese fue uno de los temas que tocaron la noche anterior, sobre qué haría Roier ahora que había asumido que Cellbit realmente le gustaba. No llegaron a ningún lado, por supuesto, y Roier aún no estaba del todo segundo.

Solo algo estaba claro, no sabría si sería capaz de soportar la preocupación en su estómago cada vez que esas cosas sucedieran.

—Voy a hablar con él un poco sobre el accidente y después decidiré el resto. Mi cerebro no había imaginado lo mucho que iba a estresarme con los accidentes y sería peor si estuviéramos en una relación —suspiró—. Quiero estar seguro.

Aldo asintió comprensivo. Roier aún parecía intranquilo, por lo que el chico suspiró y se cruzó de brazos.

—¿En qué tanto piensas ahora?

—Esto parece sesión terapéutica —el chico se quejó, pero sabía que realmente necesitaba eso. La paz mental que le había traído tener a todos sus amigos conscientes de la situación era inigualable—. Recordé como me sentía con Spreen y todo lo de la relación. Me siento... Mejor, mucho más tranquilo. Ya no tengo que salir corriendo a mi auto después de citas, y puedo hablar de él.

Jugó un poco con la tela de su pantalón.

—Sé que es injusto porque todo esto comenzó para engañar a los medios, pero de verdad me siento feliz.

Había olvidado que tan bien se sentía ser capaz de salir con alguien de manera tan pública, especialmente ahora que estaba intentando que los comentarios le importaran poco después de lo que Cellbit le había dicho.

Speed of Sound [Guapoduo]Where stories live. Discover now