-Hace frío.

-Sí. Pero hoy el salón está más frío que de costumbre -observó sobándose los brazos -. ¿La calefacción está apagada?

-No tendrías tanto frío si trajeras jeans largos y no ese diminuto short -mascullé mirándola y dejando a la vista mi lengua.

Bufó y se cruzó de brazos ante mi comentario. Ángeles era una chica muy alegre y sincera. Era de esas personas que no se guardaban nada.

Sonreí al verla callada; había ganado la batalla y eso era difícil con ella, puesto que no se dejaba vencer fácilmente.

-¿Estudiaste, Aika?

Asentí con los ojos en mi libro.

-No tienes por qué preocuparte entonces. En cambio yo... Yo no sirvo para estudiar.

-Tu problema es que te distraes con cualquier cosa -dije negando levemente con mi cabeza.

-¿Qué?

La miré de reojo y estaba con su celular. De un tirón se lo saqué de las manos.

-Este es tu problema. No te lo voy a devolver hasta que no pase la hora del examen.

-No me queda tiempo para estudiar.

-Veinte minutos. Repasa las típicas preguntas del profesor.

Volvió a bufar y acomodó mi libro en su lugar, fingiendo interés.

Las preguntas fueron sencillas, con seguridad pasaría el examen. Así que no me preocupaba la nota. Ahora era tiempo de descansar.

La campana de la hora de almuerzo repicó y lentamente recogí mis cosas. Ángeles salió velozmente y gritó desde la puerta.

-¡Te guardo un lugar, hermosa! -levanté un pulgar y le sonreí amablemente.

Me encaminé a la cafetería con desgano; en el camino me encontré con la chica más odiosa, Yazmín Vargas. No era de mi salón, estaba en el mismo año que yo, pero gracias al cielo, se hallaba en otra división.

Una vez más se burló de mi ropa, una vez más me dijo viuda negra y se rió fuertemente apuntándome con su dedo, obligando, con su gran bocota, a que todos los de nuestro alrededor nos miraran. Tragué saliva y la ignoré. Una vez más.

Tuve que reprimir mis ganas de acariciar suavemente su rostro por un instante.

Llegué donde Ángeles me esperaba, ella apartó su bolso y dejó el lugar libre. Me senté y saludé con mi mano a todos en la mesa. Todos sonrieron y siguieron hablando.

-Estuvo muy mal el examen -comentó Ángeles.

-A propósito... -le devolví su celular.

-Pensé que ya te lo quedabas -bromeó.

No pude contestar. Un espeso líquido rojo aterrizó sobre mi cabeza, deslizándose por mi frente y mi ropa.

Mi cara de sorpresa fue inmediata, al igual que los rostros de todos los que observaban la escena.

-¡Ahora ya no estás toda de negro! -gritó alguien entre la multitud de chicos que disfrutaban su almuerzo.

-De nada -canturreó Yazmín pasando a mi lado.

Cerré los ojos y contuve mi enojo. Mi furia.

-¿¡Hasta cuándo vas a ser tan perra!? -exclamó Ángeles poniéndose en pie -. ¿No vas a hacer nada? -preguntó observándome furiosa.

Respiré profundamente, tratando de tranquilizarme.

Bajé la mirada y negué.

Yazmín dio una pequeña carcajada y se acercó a mí nuevamente.

-¿Esta? ¿hacerme algo a mí? -dijo con soberbia.

Esquivé su mirada y me puse en pie para ir a limpiarme al baño.

-¿Vas a pegarme? -me empujó con fuerza.

-No. Solamente quiero ir a limpiarme, idiota -respondí apretando mis puños.

-¿Así que idiota? -su reacción no se hizo esperar.

Su mano impactó contra mi rostro. Casi instantáneamente sus ojos se desorbitaron y su piel quedó pálida, tal cual un papel. Cayó al suelo totalmente en conmoción. Di un paso para atrás, mientras los curiosos nos rodeaban.

-¡Viene por mí! -chilló azotando su cabeza contra el suelo una y otra vez.

Corrí velozmente, antes que pudieran alcanzarme. Corrí con terror. Lo demás fue todo muy rápido. Brenda y yo subimos al auto con unos pequeños bolsos y salimos a contra reloj. Sabiendo que iban a ir por nosotras.

Una lágrima rodó por mi mejilla. Yazmín había perdido la razón y yo la vida que había logrado construir hasta ese entonces.

AikaWhere stories live. Discover now