Capítulo XXVI

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El mundo espiritual

Los tres aparecieron sobre el pergamino que Baldock había abierto. Para su sorpresa no estaba solo él, sino el rey y un gran número de tropas montando a caballo.

—¿Padre, qué sorpresa verte, adónde iban?

—Cuando el río se descongeló, pensé que podríamos ir a ayudarlos a regresar. La verdad, me preocupé mucho por ti. Pensé que podría soportar la idea de dejarte una misión así, pero no pude y mejor fui a buscarte. En el camino, nos encontramos a Baldock, que solo logró preocuparme más al darme la noticia de que habían ido a matar a Kanel. Me alegro mucho de que lo lograran —dijo el rey, extendiendo sus manos a ambos lados y girando su cadera para que sus brazos señalaran todo el horizonte.

Yata y sus amigos se percataron en ese momento como el cielo estaba despejado, el sol se ocultaba en el horizonte dejándose ver perfectamente como antes, no había ni un rastro de lar horribles nubes que cubrían el cielo.

Saki vio a Yata, él a ella y ambos miraron a Yagami. Esta vez era real, el cielo sí estaba despejado. No pudieron contener la emoción y soltaron algunas lágrimas y se abrazaron.

—Lo logramos —dijo Yata con alivio.

—Así es, lo logramos —repitió Saki con alegría.

—En verdad lo logramos —confirmó Yagami con orgullo.

Dijeron los tres abrazándose con una infinita felicidad y así duraron por un buen tiempo hasta que pudieron dejar de llorar y respirar por pinera vez sin ese peso encima que tanto los había torturado.

Repentinamente, un destello naranja entre las montañas se logró ver, a pesar de que las montañas que rodeaban la luz eran más altas. Unos segundos después, se logró escuchar el estallido.

Los tres jóvenes sabían que era la explosión de los barriles, pero Baldock, el rey y sus tropas estaban desconcertados.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Baldock, pues en su larga vida nunca había visto algo similar.

Una ráfaga de viento sacudió los árboles a lo lejos y luego llegó como una brisa caliente hacia ellos.

—Fueron una gran cantidad de barriles de pólvora que estaban en el castillo. Espero que Kanel esté muerto con eso —respondió Yata con una risa orgullosa.

—Ya veo, pues sí que era mucha pólvora. No creo que Kanel pudiera sobrevivir a algo así, en fin. Sus caballos están aquí, ahora podemos regresar al...

En ese momento, un destello azul acompañado de un enorme estallido apareció en el horizonte, provocando que los caballos, que ya se encontraban nerviosos, relincharan y varios de los guerreros que acompañaban al rey cayeran al suelo.

La silueta blanca e inconfundible para Yata y sus amigos se hizo presente. El Byakko se sacudió un poco y luego corrió hasta llegar frente a Yata, todos los guerreros sacaron sus armas y algunos usaron sus poderes, listos para enfrentarlo.

—No le hagan nada, él es bueno, es un amigo —respondió Yata, comenzando a caminar hacia el Byakko.

—No fue fácil encontrarte. Estabas muy lejos de donde nos vimos la última vez.

—Estás herido, Kanel te hizo mucho daño —observó Yata, preocupado.

—Estaré bien, he venido a darte las gracias. Como sabrás, es importante que encuentres el escudo y la joya para abrir la sagrada puerta al mundo espiritual y así hablar con los dioses —explicó el Byakko, con seriedad—. Y como muestra de mi gratitud, yo, como protector de la puerta oeste, la abriré para ti justo aquí. Hay alguien esperándote al otro lado —dijo el Byakko, creando un halo de luz dorada que se expandió como un anillo que dejaba ver una luz blanca en su interior con mucha neblina. Era un portal al mundo espiritual.

Courband: La Noche EternaWhere stories live. Discover now