2 | Yoongi

99 20 0
                                    


La mañana siguiente, la nieve ya se encuentra desplazada a los bordes de las calles y autopistas por personas que están despiertas mucho más antes que Yoongi.

O, al menos, mucho antes de cualquier persona que él conoce, quienes permanecen despiertos hasta esas horas muy seguido, en lugar de levantarse antes del amanecer.

El frío, sin embargo, es lo suficientemente notorio como para atravesar las barreras de su mente ni bien Yoongi se encuentra bebiendo su primera taza de café del día, por lo que recuerda revisar el pronóstico del tiempo.

Una pequeña sonrisa se presenta en su rostro mientras observa las fotografías tomadas el día anterior, tres simples retratos de las flores que más le llamaron la atención durante su tiempo con Seokjin. Poco segundos después, su paz se ve interrumpida por la notificación de su calendario digital, recordándole que su primera clase comienza en una hora.

Luego de dos clases en la universidad, al fin llega al estudio en Insa-dong. La rutina es simple y familiar, permitiendo liberar su mente de algunas preocupaciones mientras su memoria muscular se encarga de preparar sus herramientas, higienizar su estación para el primer cliente del día.

Sin embargo, en cada momento de silencio y ocio, su mirada se ve atraída de forma inevitable hacia la florería, un piso más abajo y a lo lejos, igual de incitante que la noche anterior.

Yoongi piensa en lo fácil que fue conversar con Seokjin, cuan agradable y familiar se sintió. Fue cuando ya se encontraba en el asiento trasero del auto de Hoseok es que recordó que, usualmente, sus amigos deben avisar con anticipación que él estará conociendo a alguien nuevo, para darle tiempo de prepararse para una interacción extendida con alguien que no conoce.

Yoongi piensa en la forma en que no sintió ni la más mínima pizca de incomodidad mientras tuvo a Seokjin en su presencia. Casi como un reencuentro, en lugar de ser la primera vez. Porque para Yoongi, quien ha peleado toda su vida por silenciar las voces de ansiedad en su mente, sentir el constante nudo en su estómago soltarse cuando está en la presencia de un ser querido es como llegar a casa.

Así que Yoongi regresa a la florería luego de cerrar el estudio, a la hora convencional esta vez y sin tormenta obligándolo. Las flores y arreglos se ven mejor con la luz del atardecer filtrándose por las vitrinas, llegando a iluminar el cabello castaño de Seokjin de una manera idílica, cuando este levanta la mirada al escuchar las campanillas de viento que anuncian su llegada.

—Bienvenido de nuevo, Yoongi—saluda él, cerrando el libro que había estado leyendo—¿A qué debo el honor?

Yoongi sonríe de inmediato, alegrándose al sentirse bienvenido de forma genuina, como una sorpresa en lugar de simple cortesía.

—Ayer me quedé tan concentrado en el té que me olvidé de preguntar, ¿cómo es que mantienes la florería abierta incluso en invierno?

Seokjin lo observa por unos segundos, luego finge considerar su respuesta, colocando el mentón entre su pulgar e índice, frunciendo los labios.

—Si te cuento, estaría revelando los secretos de mi familia—dice él, gesticulando con una mano al banco frente al mostrador,—pero puedo ofrecerte té y chistes malos como compensación.

Yoongi no puede hacer nada más que soltar una pequeña risa, aceptando la invitación. Se retira los guantes, la bufanda y la chaqueta, mientras que Seokjin vuelve a traer el juego de té de porcelana desde la habitación trasera.

Mientras esperan a por el agua caliente, Seokjin acompaña su silencio con música y palabras amables —"¿Qué tipo de té preferirías, Yoongi?".

Yoongi está contento con solo observarlo trabajar.

Cuando el joven deposita una taza frente a él, Yoongi siente puede dar su primera respiración profunda en lo que va de jornada. Ni siquiera recuerda sentirse expuesto cuando Seokjin se queda mirando los tatuajes en sus manos.

—Bueno, ya que no me contarás tus secretos, ¿qué tal tu día?

Seokjin, entonces, le comenta sobre sus clientes del día. Señoras comprando semillas, niños de preparatoria llevándose margaritas para alguna enamorada. Es tierno como el joven consigue entretenimiento en cosas tan banales. Yoongi, en cambio, le comenta de un cliente difícil que tuvo esa tarde en el estudio. No todo el mundo tiene buen gusto en tatuajes, y Yoongi no tiene interés en mentirle a la gente.

Mientras prepara una pequeña tetera más, Seokjin guarda silencio y mira por la vitrina.

—¿Por qué es la primera vez que nos vemos?—pregunta él, luego de unos segundos—Aunque, ahora que pienso, ni siquiera suelo ir a las tiendas del otro bloque.

—Bueno—comienza Yoongi, aclarándose la garganta—Mi local no es una tienda, en realidad. Es un estudio de tatuajes. Soy tatuador. Hago tatuajes.

Las palabras se escapan de sus labios como las aguas de una cascada y se siente torpe. Seokjin solo ríe una vez más dejando su taza con cuidado encima de la mesa.

—Bien, esta tienda es una florería. Donde vendo flores y plantas. Hago arreglos. Pero, como te digo, no me he aventurado al otro bloque aún, ¿conoces a alguno de los dueños?

—Soy amigo del dueño tienda de libros y discos, de uno de los instructores del estudio de baile—dice, recordando que prometió juntarse a beber soju con ellos el fin de semana—Y últimamente un niño que trabaja en el estudio fotográfico ha estado insistiendo en que le haga un tatuaje a pesar de que es menor de edad.

—Oh, a él lo he visto—comenta Seokjin, apoyando el mentón en su palma—Una vez lo vi bajando la calle con dos chicos y un par de perritos.

Yoongi intenta hacer memoria, y el recuerdo acude pronto.

—Sí, los dos chicos creo que son de la galería de arte y la tienda de accesorios para mascotas, siempre parecen tener mucha energía.

—Debería llevarme mejor con ellos, he trabajado aquí por todo un año y jamás me detuve a saludarlos. No tengo muchos amigos en la ciudad.

—Puedes pasarte por el estudio—suelta Yoongi antes de siquiera pensarlo—Si quieres, digo, no hace falta-

—Me pasaré en estos días—dice Seokjin, deteniendo su diatriba. Se miran a los ojos por primera vez ese día, y Yoongi siente que le falta el aire—Me encantaría, gracias.

La voz bajo todos los silencios Where stories live. Discover now