1 | Yoongi

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No fue amor a primera vista, exactamente, más bien familiaridad. Algo como: Oh, hola, eres tú. Vas a ser tú. Se terminó el juego.

― Mhairi McFarlane, You Had Me At Hello

Al filo de la media noche, este pequeño rincón de Insa-dong parece pertenecer a un mundo aparte.

Una de las ventajas de tener las llaves de un local comercial se presenta en la posibilidad de permanecer allí cuantas horas desea, dejandose llevar por la inspiración.Yoongi disfruta de la quietud de los espacios liminales.

Ahora, encontrándose con lo que parece ser una tormenta de nieve que decidió descender sobre Seúl sin previo aviso, sin más protección que un viejo abrigo negro y una bufanda gris, Yoongi considera que, quizás, ignorar su teléfono para todo excepto Pinterest y su grupo de mensajes con amigos, es una mala idea en la vida adulta. Un solo vistazo al pronóstico del tiempo esa mañana hubiera bastado.

Parece una estampa, su vista desde la vitrina: la nieve cayendo sobre las barandas, depositándose sobre las ramas del árbol que ascienden en medio del patio común del centro comercial, difuminando el distante resplandor de las luces neón de otros negocios y alumbrado público.

Nieve a mediados de marzo. Un último esfuerzo del invierno por hacerse sentir.

A pesar de la bella imagen, Yoongi se detiene un momento, considerando sus opciones con una mano aún posada sobre la manija circular de la puerta del estudio.

Podría esperar a que la nevada se detenga, pero estar aún más tiempo lejos de casa no suena muy recomendable, teniendo clases el día siguiente. También existe la posibilidad de armarse de valentía e ignorar el clima a favor de alcanzar la estación de subterráneo más cercana, pero si hay algo que Yoongi odia más que correr, es correr mientras hace frío.

Yoongi resopla, termina de cerrar la puerta, y comienza a bajar el pasillo, alejándose lo más posible de los balcones. No lleva ni diez metros cuando el viento hace que sus dientes comiencen a castañear.

En lugar de simplemente regresar al estudio, Yoongi incrementa la velocidad de su caminata, alcanzando un trote hasta las escaleras que llevan al patio central, como si allí estuviera esperando una solución a su actual predicamento.

Todo lo que encuentra al observar los alrededores son otros proprietarios, mejor abrigados que él, cerrando sus locales, las luces ya apagadas y sin dar indicios de que deseen permanecer cinco segundos más allí. Nadie que él se sienta cómodo molestando en una situación así. Sus amigos son más razonables con los horarios de trabajo que él. Namjoon le había ofrecido compartir un taxi, ¿qué le costaba aceptar la invitación a las 8 de la noche, como una persona normal?

Yoongi está a punto de hacer lo que más odia, es decir, molestar a sus amigos por algo que él debería ser capaz de solucionar, cuando un camión de entregas sale del pequeño lote de estacionamiento frente a un local, exponiendo las luces aún encendidas.

Sin pensarlo mucho, Yoongi atraviesa el patio, dirigiéndose al local ubicado en la esquina del bloque opuesto al suyo, antes de la avenida exterior. La tenue iluminación amarilla es su única esperanza en esta noche fría.

Cuando se encuentra más cerca, Yoongi nota que es una florería. La decoración exterior sutil, de ensueño, con una vitrina opaca decorada con una línea contigua de flores estilizadas. Parece fuera de lugar y tiempo, primavera conservada en un globo de cristal, mientras en el exterior el invierno hunde sus garras en cada resquicio.

Sintiendo que está rompiendo un encanto, Yoongi empuja la puerta, haciendo sonar unas campanillas, avergonzandose por las huellas que comienza a dejar a cada paso.

Con nadie a la vista, Yoongi da unos pasos más y cierra la puerta tras él. En su mente comienza a componer al menos tres disculpas. Su diatriba se ve interrumpida cuando alguien emerge de atrás de los estantes rebozando de flores.

Lo primero que viene a su mente es una obra de teatro, el momento cuando el príncipe del reino de hadas entra al escenario. Lo segundo es que esta persona, este joven, ni siquiera se muestra molesto al ver a Yoongi en su florería, a altas horas de la noche.

El chico se acerca al mostrador, una pequeña sonrisa formándose en su rostro.

Yoongi se encuentra invadido por una extraña sensación de tranquilidad de manera inmediata, olvidando el frío, la tormenta, sus botas sucias y los escalofríos.

La sonrisa del chico llega a sus ojos, simpatía evidente en ellos, como si lo hubiera reconocido como un viejo amigo de la infancia, y no como la persona que ha encontrado invadiendo su posiblemente mágico rincón de la ciudad para escapar del frío, y no para comprar flores.

Yoongi se aclara la garganta, acomodando su bufanda de modo que no tape su boca.

—Disculpa por el desorden, me sorprendió la tormenta y...¿hola?

El florista inclina la cabeza hacia un lado, aún sonriendo, aunque ahora una esquina de sus labios se levanta más que la otra, como entretenido. Yoongi se pregunta cómo alguien puede sonreír de la forma en que pétalos se abren.

—Hola, bienvenido a Paenji—saluda, una mano sobre el mostrador que los separa—¿Te gustaría beber un té? Ayudaría con el frío.

El tiempo parece detenerse. Yoongi jamás se había sentido así ante una oferta tan simple, tan lleno de energía pero a la vez, con la seguridad de que aquí, en la presencia de esta persona, podría descansar y bajar la guardia, y no le pasaría nada.

Lejos, a kilómetros de su primer plano mental, se está formando una vaga idea de preguntar si puede permanecer allí mientras espera a un amigo que lo llevará a su casa, junto con el conocimiento de formas elocuentes de comunicación o reglas sociales de interacción. Todo esto parece irrelevante y extraño, mientras observa al florista depositar una tetera y dos tazas de cristal sobre el mostrador.

Yoongi se encuentra aceptando la oferta, tomando asiento en la butaca que el florista parece producir de la nada.

—Yoongi—suelta Yoongi, mientras el chico delibera con su impresionante colección de sobres de té.

El florista se detiene, enarcando una ceja.

—Me temo que no tengo esa variedad,—dice él, levantando la caja de madera que contiene su té.

—Mi nombre—dice Yoongi, buscando al menos una onza de la seguridad que tiene al hablar con clientes—Me llamo Yoongi, mucho gusto.

Oh no, piensa Yoongi, viendo que su óptima primera impresión hace que el florista sonría completamente, esta vez. Siempre había pensado que sonrisas así eran obra y gracia de una buena producción, en dramas. Al parecer no.

—El gusto es mío, Yoongi. Yo soy Seokjin, ¿te gusta el jengibre?

Y así como así, sin darse cuenta, Yoongi permanece casi una hora allí, bebiendo té con Seokjin. Cerca del final de su primera taza, Yoongi siente el calor regresando a sus extremidades, a su pecho. Quizás por más razones de las que está dispuesto a admitir.

Yoongi no siente la necesidad de romper el silencio entre ellos, la mayoría de las veces. Pero tampoco recuerda haber disfrutado tanto la conversación con un extraño antes. Seokjin tararea en voz baja, o hace unos chistes sobre las margaritas, y prepara otra taza de té.

El único momento en que Yoongi separa su vista de él es cuando envía un mensaje a sus amigos para que vengan a buscarlo. Esto hace que su transporte a casa tarde el doble en llegar de lo que hubiera tardado si solo pedía un taxi, pero Yoongi piensa que hay peores formas de invertir su tiempo.

Cuando llega el momento de despedirse de Seokjin, y él vuelve a sonreír, las flores han reemplazado a los copos de nieve en su mente.

La voz bajo todos los silencios Where stories live. Discover now