Capítulo 16

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Queta cerró la puerta del apartamento y se apoyó en ella por un instante. Soltó un largo resoplido, se sacó la chaqueta y la tiro sobre el sofá. Fue a la nevera a por algo de agua y es cuando vio el plato con un sándwich de Nocilla perfectamente cortado en triángulos. Junto a él, había una nota.

—Soy un gilipollas de cuidado —leyó Queta—, perdóname. Gus.

Queta sacudió la cabeza y sonrió. Se comió el sándwich de una sola tacada. Había repartido comida a todos los sintecho de la manzana, pero ella no había probado bocado. Tomó, también, un vaso de agua para digerir el entremés.

Los sonrosados rayos de sol se colaban por las persianas y Queta los atravesó en dirección a su habitación. Por el camino, se paró en la habitación de invitados. Estaba a oscuras, pero pudo distinguir la respiración de Gus. Estaba profundamente dormido.

Cerró la puerta despacio y entró en el servicio a asearse y hacer sus cosas. Cuando terminó, se desnudó hasta quedarse en bragas y cayó sobre el colchón con todo el peso de su cuerpo. El retrato de la vieja Bruna la miraba.

—Tú me enseñaste a defenderme —le dijo—. Aprendí bien. Nunca pensé que desaprender algo fuera más duro que aprenderlo.

Mientras cerraba los ojos, a Queta, casi le pareció oír a la vieja Bruna carcajear con su risa rasposa. Al cabo de un rato, la risa se parecía más al zumbido de un enjambre de insectos.

Gus se desveló. Una corriente fría le recorrió la espalda. Algo en su cuerpo le dijo que todavía era de día. Pocas veces se despertaba del sopor diurno. Miró a su alrededor. La oscuridad no era problema para sus ojos. Juraría haber oído algo. Allí, en el quicio de la puerta, le pareció ver una silueta que desapareció en dirección al salón.

Gus se levantó:

—¿Queta? —Se asomó al pasillo y se quedó en silencio. Derivó sangre a sus oídos para escuchar mejor. Podía oír la respiración de Queta en su cuarto.

Aun así, por asegurarse, caminó en paños menores, corredor adelante. Por el camino, le pareció ver la sombra de algo que se escondía ¿o había sido una ilusión óptica? La claridad diurna se colaba entre las persianas y el juego de sombras y luces bien podía haberles jugado una mala pasada a sus ojos.

Escuchó el ruido de voces, luego, un chillido y, después, un bufido. El extraño gato de doble cola, Burlón, erizaba el lomo. Frente a él, había una pequeña criatura oscura de ojos rojos. Esta parecía haber caminado sobre el control remoto y había encendido la televisión. Cuando vio a Gus, hizo un ruido que parecía una risilla. El gato se lanzó contra la criatura y esta le esquivo. Después, se hizo con el control remoto, correteó hacia la puerta y estrujó su anatomía para escabullirse por debajo de ella, mando a distancia incluido. El gato se quedó bufando junto a la entrada un buen rato antes de acercarse a Gus y frotarse contra sus piernas.

—¿Qué era ese bicho?, ¿alguna rata? —le preguntó al gato—. ¿Tenéis una infestación aquí? —No esperaba respuesta, pero le pareció que el gato asentía y todo.

Gus contuvo una sonrisa y miró a la televisión.

—Ratas teleadictas —añadió, pero la sonrisa se le borró al ver lo que estaban emitiendo. Era un reportaje en directo.

—Debe ser duro verse en esta situación, señorita Vicálvaro —preguntaba la entrevistadora vampira.

—Es difícil entender lo dolorosa que es —respondía su hermana, vestida de forma elegante, pero sobria, emitiendo un aura de templanza.

—Mucha gente entendería que tomara partido.

—Ante todo, soy la próxima Cabeza de Familia y debo pensar en mis vástagos y en toda la Cohorte. La Policía Velada y las demás Familias están colaborando y yo debo confiar en ellos y tener claras mis prioridades.

Los chicos de Luna y las perlas ensangrentadas (Beta completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora