Capítulo 9

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A la mañana siguiente.

El aparato emitía molestos pitiditos cada vez que se pulsaba uno de sus botones gomosos. Vera llevaba cacharreando con él durante todo el trayecto desde que salieron del metro.

Dídac le agarró de la manga para captar su atención, hizo un gesto de teclear con pulgares y se tocó la cabeza.

—Estoy mirando si tengo mensajes en el busca.

Dídac puso los ojos en blanco.

—¡Eh, que estoy más solicitada de lo que crees!

Dídac señaló al frente. Acababan de llegar al palacete de Eduardo Adcoch.

Vera se colgó el busca de la cinturilla de sus pantalones de tergal y se ajustó su levita con hombreras. Llevaba el pelo menos fosco de lo habitual para causar buena impresión. Había obligado a Dídac a vestir de un solo color (blanco, fue el color elegido), cosa que fue difícil, teniendo en cuenta su psicodélico fondo de armario.

Al llegar al palacete, se encontraron con un policía haciendo guardia. Vestía el mismo uniforme que la policía mundana, pero los galones en sus hombreras estaban recorridos por líneas de seis colores y, en la placa identificativa, se podían ver los tres círculos entrelazados de los reinos exteriores y el círculo central del Cuarto Reino mortal. Debido a la Venda, estas modificaciones eran imperceptibles al ojo mundano.

—Buenos días, agente, soy Verónica Tacoronte, detective privada. He sido contratada por Florián Beltrago, miembro de la Gobernatura, para investigar este caso. Este de aquí es Dídac Anglesola, mi asistente y vidente certificado. —Vera le tendió la documentación pertinente.

El agente gruñó y lo revisó con detenimiento. Era un bestial lupino y a estos no les gustaba mucho el protocolo y los papeleos.

—Ya nos avisaron de que vendría una Sherlock de pacotilla por aquí a revisar las migajas y cuestionar la labor policial —le espetó.

—Sí, eso mismo vengo a hacer, amigo —dijo Vera con una enorme sonrisa mientras le arrebataba la documentación—. ¿Me abre?

El agente abrió el portal enrejado muy lentamente, mirándola a los ojos con fiereza.

—Muy amable, es usted un sol de Marbella. ¡Vamos, Dídac!

En cuanto el portal se cerró, Vera escupió:

—Otro perro pulgoso, dándoselas de macho alfa.

Dídac asintió.

Cruzaron la arcada techada y llamaron a la puerta. Les abrió nada menos que Miranda.

—Usted no es de la Policía, ¿quién le ha dejado entrar? —dijo la mujer con voz pausada.

—Soy Verónica Tacoronte, nos conocimos en el Palacio de Cristal, ¿recuerda? Florián me ha contratado para investigar este caso, cree que toda ayuda es poca. —Vera le tiende la documentación—. Este de aquí es Dídac, vidente certificado.

—La recuerdo. Me sorprende que Florián no me comentara nada, o Ezequies, ya puestos. —Le devolvió los papeles.

—A mí me sorprende que la hayan dejado volver a residir aquí, teniendo en cuenta que ha sido el lugar de un crimen.

—Han acordonado el estudio, pero la Jefatura ha analizado todo lo que había que analizar y han requerido todo lo que había que requerir y me han dejado poner en orden las cosas de mi madre. La verdad es que no resido aquí, ahora mismo sería incapaz.

—Veo que se han dado prisa por levantar campamento. Muy irregular —reflexionó en alto Vera—. Pero, bueno, así nos puede usted guiar hasta la estancia en cuestión. Este lugar es muy grande.

Los chicos de Luna y las perlas ensangrentadas (Beta completa)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ