Estaba nervioso, no lo va a negar esta que se caga, va a conocer a la familia que cuido y crio a su hijo. Con una tarta que espera que le haya salido bien, está parado en la puerta de la casa de Pablo.
Revisando si estaba presentable, toco el timbre espero unos segundos, y una joven bien parecida le abrió la puerta.
—Buenas noches, soy Emiliano el compañero de Gavi.—Se presentó, extendiendole la mano la joven le dio una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Pasa, pasa! No te quedes ahí, Pablo ha estado hablando todo el tiempo de ti, y mi madre y yo ya teníamos muchas ganas de conocerte.—La joven, que recuerda del expediente de Pablo, es Aurora la hermana mayor de su hijo, le agarra del brazo y lo hace pasar con ánimo al interior de la casa.
—¡Pablo!—Llama Aurora.—¡Tu compañero ya ha llegado.—Ni bien terminó de decir eso, los pasos apresurados de alguien se escucharon por las escaleras.
—¡Emi!—No lo dejo ni saludar, Gavi prácticamente se lanzó con un efusivo abrazo.
—Hola enano, no deberías saltar así de las escaleras.—Medio regaño, pero de todas formas le devolvió el abrazo de oso.
—Vamos, mi madre quiere conocerte.—Gavi lo llevo hacia la cocina, medio arrastrado.
—Ma, mira él es Emiliano, mi nuevo compañero.—La mujer, quien estaba revolviendo algo en la olla, volteó a verlos.
Era una mujer bastante hermosa, tenía unos ojos color caramelo, el cabello castaño y una sonrisa muy dulce.
—Mucho gusto, soy Aurora Gavira.—La mujer se seco las manos, y luego la extendió hacia Emiliano, quien la estrecho con gusto. Ante él estaba la mujer que crio a su hijo, quien se encargo de hacerlo un pibe de gran corazón.
—El gusto es mío, tengo mucho que contarte sobre este enano revoltoso.
Aurora se rió, y Gavi chillo dándole un empujon.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
La cena transcurrió entre risas y chillidos, Emiliano fue feliz sabiendo que su hijo creció con una gran madre, esta seguro de que nunca le faltó afecto de parte de Aurora y de su hermana.
Ya en la hora del postre, saco la tarta que de puro milagro se veía presentable.
—No soy muy bueno en la cocina, pero trate de hacer lo mejor posible.
Gavi no le dio más tiempo, como niño chiquito metió uno dedo en la tarta y se lo llevo a la boca.
—¡Pablo! Eso es de mala educación.—La señora Gavira lo regaño, y el otro solo infló sus cachetes.
—Esta rico... ¿Emi puedes traer más para la próxima?—Con cachetes inflados y ojitos de cachorro, Emiliano no pudo resistir.
