00: Estrella muerta

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El calor me cubre, me rodea, me abraza. Es como estar en medio de la muerte de un sol, es intenso, es doloroso. Siento cada centímetro de mi piel arder, las ampollas se forman y explotan de manera dolorosa, las llamas me lamen con sus afiladas lenguas. Mi piel se derrite, escurre sobre mis agrietados huesos.

Intento gritar, pero mis labios no se abren. El aire me falta, mis pulmones colapsan y mi pecho se contrae. Mi corazón, luchando por mantenerme con vida, late con toda su fuerza en un torso que ya no se puede expandir más. Mi boca se siente seca, como si hubiera tragado un puñado de cenizas, y mis dientes se vuelven añicos por la fuerza.

Cuando por fin puedo abrir la boca, desgarrando mis labios en el proceso, nada sale de mi garganta. Siento las manos del fuego enrollarse en mi cuello, asfixiándome. Esos largos dedos que queman lo que tocan abren mi boca a extremos imposibles. El reflejo de arcada está ahí, sin embargo, nada sale. Siento mi garganta arder en rojo vivo, cómo las flamas juegan con mis cuerdas vocales como si fueran expertas guitarristas.

Las lágrimas que salen no tardan en evaporarse.

Proporcionan un fresco alivio por un segundo, antes de volverse humo y abandonarme. Un oasis en medio del infierno, una llovizna en una tarde de verano. Pero el fuego las reclama también. Las manos que me asfixian limpian mis lágrimas con delicadeza, ampollando mis mejillas en el proceso.

Si Ícaro hubiera cumplido su cometido, sufriría el mismo destino que yo. Porque el fuego es codicioso y no se detendrá hasta que termine de consumir todo. Toma lo que puede, exigiendo el mundo para él como el único rey que naturaleza ha creado. Y, en medio de su avaricia, termina por quedarse sin nada, condenándose a morir entre cenizas que pierden el calor a cada segundo que pasa.

Si alguien me hubiera dicho que estaría en el centro de una estrella agonizante, me hubiera reído con fuerza. Porque no tengo la pasión que el fuego necesita, porque la magia y vida que hay detrás de cada fogata es una que no conozco.

No obstante, fuego es así. Y me reclama como combustible. Arde y danza a mi lado, haciéndome miserable al tiempo que gana fuerza. Caigo de rodillas, no puedo más. Todo lo que era se reduce a cenizas y humo. Todo lo que el fuego quiere es para él.

Es tan doloroso...

Quiero tomar una bocanada profunda, pero mis colapsados pulmones rechazan el humo que me rodea con una tos tan violenta que rompe mis costillas. Coágulos sanguinolentos salen de mi boca, dejando un gusto a óxido, ardiendo al instante. El agarre alrededor de mi cuello se vuelve más firme.

Todos mis huesos crujen, no me puedo mover, no puedo pedir ayuda. Soy yo y el vacío, estoy por mi cuenta. Cada movimiento desgarra mi piel, cada intento de hablar termina con otro ataque de tos, con otro coágulo ardiendo.

Las manos ardientes logran romper mi mandíbula. El estruendo opaca al resto de sonidos, el dolor me ciega por un instante. Grito, pero no puedo escucharlo, y siento la cálida sangre escurrir por los restos de mis lastimados labios. Justo como mis lágrimas, se evapora antes de tocar el suelo.

Las flamas que me rodean arden con una intensidad desconocida. Brillan con tanta fuerza que derriten mis ojos, los siento escurrir por mis mejillas ampolladas, permitiendo a mis cuencas vacías observar en primera fila cómo una estrella crea universos.

El dolor se antepone al brillo. Las llamas que lo cubrían todo mueren sofocadas bajo el velo negro que la inconsciencia deposita sobre mí. Cierro lo que queda de mis párpados y dejo que el frío de la negrura me tome en sus brazos. Me arrulla. Su suave voz me canta canciones de cuna que me hacen sentir como en casa al tiempo que deposita un beso en mi frente. Estoy tan cansada...

Floto en la nada por un instante de calma. Con ojos cerrados, le permito al vacío que dicte mi destino. Me dejo caer en sus brazos, sin dar un paso atrás, sin contemplaciones, sin segundos pensamientos.

ADELAWhere stories live. Discover now