꧁ 𝑃𝑟𝑒𝑓𝑎𝑐𝑖𝑜 ꧂

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Los gritos de Monique hicieron eco en las magnas paredes del palacio y las vibraciones de sus cuerdas bucales hicieron retumbar aquellos enormes muros bien elaborados. Su padre lo sujetaba del brazo con fuerza y tiraba de él arrastrándolo hacia los jardines traseros del palacio. Bajaron por las escaleras del castillo, caminaron por la majestuosa estancia hasta entrar al comedor y luego a la cocina. Su padre abrió una puerta trasera de esta y salieron por los jardines de aquel enorme palacio.

El niño sintió un poco de vergüenza, todavía quedaban algunas personas limpiando los jardines para el día siguiente, al ver la escena tuvieron que bajar la mirada y el pequeño la levantó con dignidad. La humillación que vivía en esos momentos no era motivo para bajar la mirada, los grandes reyes nunca bajaban la mirada al suelo o al menos eso solía repetirle su padre.

—¡Por favor, déjalo! —gritó Monique. —¡No es su culpa! ¡Esto no es culpa de él!

Hiram ignoró por completo las peticiones de su esposa y Dereck sintió un pinchazo en el pecho cuando vio a su madre caer rendida al suelo y llorar, empapándose con el agua que las grisáceas nubes del cielo habían soltado desde antes. La tormenta, el frío y la noche se asemejaban al rostro del niño de ojos grises, que dejaba caer sus lágrimas con los labios apretados y su corazón aterrado. ¿Qué había hecho de malo? no podía ignorar sus sueños o sus pesadillas. ¿Qué podía hacer él al respecto? No había pedido nacer con aquel don tan horrible y si tuviera la oportunidad de decidir, se negaría a aceptarlo. Su madre lo había llamado "Un regalo de Dios", pero si era un regalo, ¿Por qué se sentía tan miserable? Y

Nadie más que él veía esas cosas dentro del castillo. Dylan había comenzado a llorar cuando encontró a Dereck hablando sólo en el pasillo a mediados lapsos de la noche y se espantó tanto que salió gritando mientras Dereck lo observaba confundido. Nunca jugaba con nadie que no fueran los payasos de sonrisas siniestras y de ojos saltones que se sentaban alrededor de su cama a cantar melodías agudas e inquietantes cada noche o con aquella mujer de brazos huesudos, cabello grasoso y oscuro sin ojos que aparecía debajo de su cama. No podía jugar con niños de su edad por sus deberes reales y su hermano lo despreciaba cada que intentaba acercarse para jugar con él, sus únicos amigos eran aquella lamentable mujer que, al finalizar cada juego, dejaba rasguños en su cuerpo, así como los irritantes payasos que lo hacían odiar tener oídos.

Miró hacia el frente, al fondo de los jardines traseros, se alzaba una puerta que parecía llevar a un área por debajo del suelo. Un sótano. El hombre abrió la puerta, Dereck miró a su padre con miedo, se mordió el labio inferior y sus ojos revelaron la angustia y el pánico en ellos.

—Entra. —ordenó Hiram con total frialdad.

—No quiero... por favor, no quiero entrar —pidió el niño a punto de reventar en un berrinche. Mordió con más fuerza su labio inferior y trató de controlar su impulso por gritar.

"Los reyes no lloran, Dereck" —se dijo a sí mismo.

Dereck asomó la cabeza por la enorme puerta. Unas escaleras de cemento guiaban hacia abajo y la luz se perdía a media bajada, poco a poco se oscurecía hasta parecer un agujero vacío y sin fondo. Pero en su miedo, alcanzó a ver movimientos dentro de aquel oscuro sótano y poco a poco un montón de manos grises salieron de la oscuridad del agujero, intentando alcanzarlo. Las voces resonaron en su cabeza como coros, eran agonizantes, lentas y vibrantes.

"¡El rey ha llegado! ¡El rey ha venido!"

Dereck se abrazó a su padre y cerró los ojos con fuerza, dejando caer las lágrimas que mantenía retenidas en ellos.

—¡No quiero, no quiero, ellos están ahí, están ahí abajo! —gritó llorando. —¡Por favor, por favor... no quiero, no, no, no!

—¡No te estoy preguntando si quieres o no! —gritó Hiram. —¿¡No eres un príncipe!? ¡Un príncipe no hace estos berrinches! ¡Obedece, Dereck!

꧁Willow꧂ (Ten cuidado con lo que deseas) Libro IМесто, где живут истории. Откройте их для себя