꧁ 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑈𝑛𝑜 ꧂

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La luz del escenario era tenue, destacando en su centro un majestuoso piano de madera de roble con detalles de oro incrustados en sus esquinas

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La luz del escenario era tenue, destacando en su centro un majestuoso piano de madera de roble con detalles de oro incrustados en sus esquinas. La audiencia estaba espectante, unida en un susurro de asombro.

Para el príncipe, la presión de cada tecla era un sonido único y reconfortante, pues la tecla de un piano representaba un color del día y el día tenía diferentes colores. Él estaba creando arte e imaginaba que al presionar varias teclas conjuntas se lograba una mezcla embriagante de colores significativos que llenaban el mundo de alegría y vida, de luz.

Él era luz, era el sol.

Su confianza parecía inquebrantable, su gracia natural y su semblante elegante y sereno mientras sus dedos se posaban con precisión sobre las notas, creando una melodía surgida de las profundidades de su alma, cerró los ojos y disfrutó de su momento. Entonces lo escuchó...

Si bien no tenía una conexión simpática con su hermano, tenía una curiosa sensibilidad ante la presencia de la luna, pues el ambiente se volvía frío como los inviernos cuando Dereck aparecía en algún sitio y el calor que emitía el cuerpo de Dylan parecía empujarlo lejos.

Miró de reojo al palco real. Identificó a Dereck sentándose al lado de su madre, con una camisa manchada y el cabello alborotado. Habría preferido que Dereck no se presentara, pero no podía negar que disfrutaba más el ver a su padre, el rey, reprender a su hijo heredero aunque desviara la atención de él.

La última nota dio fin al recital una hora después. El teatro entero estalló en aplausos y halagos hacia él. Su reino lo amaba, de eso estaba seguro, pero no lo amaban por ser él, por su personalidad y su carisma. Lo amaban por ser el príncipe, lo amaban por obligación.

—Lo has hecho tan maravilloso, mi pequeño.

—Ya no soy un niño, madre —remarcó el príncipe.

—Siempre serás mi pequeño.

Con gesto desafiante y de porte imponente, Hiram Freeman puso la mano en el hombro de su hijo.

—Mi padre decía que la música era indestructible, siempre he creído que es el músico quien la hace indestructible—Dylan hizo una pequeña reverencia en agradecimiento a su padre.

Dereck se acercó con un semblante tranquilo y una postura noble. Su mirada reflejó un poco de culpa.

—Lo siento —murmuró. —No me he fijado del tiempo y...

—¿De qué vale que exista el tiempo si es ignorado y arrumbado? —cuestionó Dylan con molestia.

—Me disculpo de verdad —agrega el príncipe de cabellos oscuros, sin perder la compostura. —No era mi intención molestarte.

꧁Willow꧂ (Ten cuidado con lo que deseas) Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora