Cap. 3 | Instinto | Acto 1

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Kiara

La acción magnética le permitía al transporte una suspensión excepcional, además de un freno mejorado en relación a los motores mecánicos, que era más seguro para gente como ella, cuya vida en la carretera era más vulnerable. Tenía la oportunidad de frenar con más facilidad... frenar; esos chicos habían elegido todo lo contrario, pero, si hubiesen frenado ¿Ella de verdad los dejaría ir tan fácil? Estaba en el momento más álgido de su vida desde que consiguió ser reconocida como investigadora ¿En serio estaba dispuesta a ponerlo en juego? ¿Ellos se quedaron porque de verdad querían avanzar? ¿O porque su patética imagen les dió la suficiente pena?

—¡KIARA! —Gritó una chillona voz detrás suyo, lo que la hizo regresar en sí a tiempo para esquivar un enorme camión que se acercaba a grandes velocidades a ella, volviendo al lado correcto de la carretera.

—Ay, lo siento —exclamó ella entre risas. —¿Estás bien Matthew? —Nora la mataría... o tal vez su abuela.

—S-sí —tartamudeó el chico aún aferrado a su cintura, frío cual espectro, como preparado para morir. Lo entendía, aún si estuviesen yendo en un auto y no en una moto, un choque como ese hubiese sido una muerte segura. Albert sería capaz de narrar con detalle el dolor que pudieron pasar, lo que le sucedería a sus cadáveres y cuánto tiempo pasaría hasta poder recibir el consolador beso de la muerte para liberarlos de su agonía; conducir con él era una gran experiencia de aprendizaje... Puede que ella pueda enseñarle algo a Matthew también.

—Eso eran unos 80 km/h por lo menos —comenzó. —Teniendo en cuenta su tamaño, ese camión debería pesar, mínimo, 31 toneladas, eso si no contamos la carga.

—¿Qué...?

—¡Vamos! Será divertido —Respondió con entusiasmo. —Es una ecuación simple: fuerza es igual a masa por aceleración ¿Con cuánta fuerza hubiese golpeado el camión en unidad de Newtons?

—... ¿No falta la fricción?

—¡Chico listo! En realidad también falta dejar de asumir que nos movemos en el vacío.

—Y la fuerza que ejerce la moto.

—¡Bingo! —celebró ella. —¿Ya te sientes mejor? —El agarre de Matthew se había relajado; en realidad, lo que le sorprendía era que su ejercicio físico había distraído al niño de forma genuina. Era una forma mórbida de relajarse, pero era efectivo

. . .

El Colegio Darsiano debía de ser una seria mejora en calidad educativa para Matthew, al fin y al cabo era la institución más cara a la que la familia Dixon pudo haber postulado. El papeleo para el ingreso del niño no fue fácil; tenía entendido que convalidar sus notas para el ingreso a tercero superior fue un placer a ojos del director, pero tuvo que actuar en el momento en el que se buscaron los antecedentes de su apellido. Era un colegio prestigioso, con una buena reputación y calidad certificada, y ahí estaba Matt, en su segundo día de clases, parado en frente de la puerta sin querer entrar.

—¿Pasa algo? —preguntó ella preocupada, justo antes de colocarse el casco de vuelta. Puede que necesite el apoyo de su hermana ¿Tal vez?

—Este sitio... —murmuró el chico. —Es demasiado grande.

Algo en su voz le recordaba a alguien. Era un sentimiento familiar, puede que demasiado similar. —Los comienzos siempre son difíciles —exclamó ella. —¿Qué tal la operación Hacer Amigos? —. Matthew sólo se limitó a ladear la cabeza con disgusto, mirando al suelo. —Eres un chico inteligente, estoy segura que no tardarás mucho en hacer amigos.

—¿Y si se fijan en mí para molestarme? —preguntó el niño con reproche. —No soy de aquí...

Era una preocupación entendible, más a su edad. Justo después de soltar una sonrisa de ánimo, Kiara se quitó el reloj que tenía en su muñeca. —Si te metes en problemas, siempre puedes utilizar esto para pedir ayuda —exclamó tendiendo el reloj hacia él. —Solo llama a mi contacto desde aquí y yo o tu hermana vendremos.

—¿No... no es más fácil que me des tu número?

—Duh, pero es más divertido así ¿no? Mi futuro aprendiz necesita verse cool.

El adolescente se sonrojó como un tomate, tomando el reloj para, justo después, apretarlo contra su pecho mientras la seguía mirando. No pudo evitar reírse antes de mandar a Matthew a que entrara de una vez al colegio. La juventud era tan ingenua... ¡También ella! Porque llegaba tarde al trabajo por hacerle el favor a Nora ¡La velocidad era un estilo de vida!

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Hola, soy el rellenador

Relleno la historia

Me gusta el relleno

Que rico relleno

HAU | La estrella que iluminó al TricksterWhere stories live. Discover now