Los amigos de mis amigos son mis amigos (Parte 2/4)

0 0 0
                                    

Aquella vez, en un evento cultural realizado en una calle del Centro Histórico de la ciudad, Josué llegó a nuestra cita con Gladis, una amiga de él, voluptuosa y muy simpática. Y minutos más tarde se unió Gonzalo. Sí, el joven de la sonrisa fácil que Josué no quería presentarme. Al fin lo conocería, aunque nos saludamos sin que Josué nos presentara.

De cerca su sonrisa se ve gigantesca. Su boca y dientes son más grande de lo común, pensé. Yo también sonreía con un poco de pena.

Después todo fue tan sencillo, tan simple. Tuvimos química de inmediato. Por supuesto que le conté que había asistido a ver la obra y que estaba impresionado por el gran talento del grupo teatral, aunque no sabía nada de actuación. Gonzalo reía y reía con mis ocurrencias; porque por los nervios no paraba de decir pura tontería. Pasamos una tarde genial. Gonzalo no solo me gustaba físicamente, ahora me gustaba completo. Josué me miraba y negaba con la cabeza, como adivinando mis pensamientos.

Regresando a la vida real, al día siguiente llamé a Javier, mi novio. Él vino a mi casa. Yo sentía que lo estaba engañando, a pesar que no había hecho nada. Es que es "te amo" había sido muy repentino, muy rápido, muy pasional, pero no era real, o por lo menos en ese momento ya no lo era.

Hablamos y le confesé que me gustaba Gonzalo, el amigo de Josué. La reacción de Javier fue muy distinta a lo que imaginaba; me confesó que tenía tiempo pensando en hacer un trío y que estaba seguro de que yo no me atrevería, así que, ahora que sabía que alguien me gustaba, la idea nos llevaba a un plan perfecto. Quería que hiciéramos el trío con Gonzalo.

— ¡Estás loco!

— ¿Por qué no?

— No has entendido. Te estoy diciendo que él me gusta, no que lo quiero compartir contigo.

— No entiendo. Quieres decir que...

— Pues que ya no sé si quiero seguir contigo.

Javier se enojó y lloró a grito abierto. Aseguraba que lo había engañado y que no sabía que iba a ser de él. Aseguraba que yo era lo mejor de su vida, que no podría vivir sin mí. Y yo no supe manejar la situación. Le pedí disculpas y juré que nunca me iba a separar de él. Mentí. Me ganó la cobardía. Me sentí el peor hombre del mundo. La misión fue fallida. La tarde había terminado con un abrazo con culpa.

En los días siguientes en la escuela estuve un poco distanciado de Josué, aunque él no se me despegaba.

— Le caíste muy bien a Gladis. — Me dijo en el receso.

A mí me brillaron los ojos al recordar la sonrisa de Gonzalo.

— ¿También a Gonzalo?

— A los dos.

El corazón me palpitaba a mil por hora.

— Gladis, Gonzalo y yo iremos al cine el sábado, ¿quieres ir con nosotros?

— ¿Irá Gonzalo?

— Te lo acabo de mencionar...

— Entonces sí.

— ¿Vienes solo o traerás a tu novio?

Un baño de agua fría. Josué, con sus palabras, aterrizándome al mundo real.

— No. Iré solo.

— ¿Seguro?

El sábado llegó, Javier tenía algunos planes, yo decliné la oferta argumentando que también tenía planes con Josué. Javier comenzó a celarme más de la cuenta, situación que me la pasé por el arco del triunfo, yo quería ir al cine con mi amigo, corrijo, yo quería ir a ver a Gonzalo, punto final.

Las salidas se incrementaron con el paso de los días y después los meses; íbamos al café, a caminar por el malecón, recorridos por el Centro Histórico y algunas fiestas de conocidos. Me convertí en la cuarta parte de un cuarteto que dejó de ser un trío de amigos.

Mi relación con Javier seguía, a pesar de que no sentía lo mismo por él, tal vez por costumbre; yo estaba entusiasmado con Gonzalo. Javier resultaba lo opuesto que Gonzalo: un joven de mi edad que se dejaba dominar por la inseguridad y los celos. En cambio, Gonzalo era mayor que yo y siempre lo veía sonriendo. Con Javier, los minutos se me hacían largos, mientras con Gonzalo, las horas eran minutos y los minutos segundos.

— Ya dime Josué, ¿Gonzalo es gay o no?

— Pues no sé. Pregúntale tú.

— No seas malo, dime. Es tu amigo. Tú lo conoces más.

— Eso no me corresponde. Si quieres saber, tienes que preguntarle a él.

No me atrevía a preguntárselo. Me daba pena pensar que, si tocaba ese tema con Gonzalo, tal vez se podría romper la poca amistad que nos unía. ¿Y si no era lo que yo pensaba? Gonzalo no me había dado ninguna señal, solo era alguien simpático y agradable con plática interminable. Al fin de cuentas yo era el amigo de Josué que se unió al grupo.


Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Cuando te encuentreWhere stories live. Discover now