El muchacho que bailaba sobre la tarima (Parte 4/5)

2 0 0
                                    

Bailamos hasta que nos corrieron del lugar. Intercambiamos números de teléfono y cada quién se fue como llegó.

De regreso al estacionamiento y mientras buscábamos los coches. Todos me felicitaban por la osadía.

— Qué cabrón resultaste, Gabo. Yo te creía más pendejo.

— Sí, nomás se veía como movías las manos, porque las piernas ni se te veían. Eras como el correcaminos.

— El Miguel Bosé de los 80s bailando en un antro de los 2000.

Ulises dejó escapar a presión el trago de su boca por las carcajadas.

— Oye, pero te pasaste. Es un muchachito. ¿Cuántos años tendrá? ¿dieciséis?

— No seas pendeja Pamela, no lo dejaran entrar al antro.

— Debe de tener unos 20 a lo máximo. Tiene carita de niño.

— Te van a meter al bote si es menor de edad.

— ¡Que no!

— Y a todo esto, ¿cómo se llamaba el chamaquito?

— ¡En la madre! Sí me dijo, pero no lo recuerdo. — Me recargué desconsolado en el capote del vocho.

— ¿Cómo qué no recuerdas?

— Pues no. — La culpa se me reflejaba en los ojos saltones.

— No mames, cabrón. Eres igual a todos los hombres...

Entre carcajadas y sopapos nos subimos a los coches y cada quién para su casa. Al llegar a la colonia, la tía de Elmer y yo, parecíamos los mejores amigos. Seguíamos platicando las ocurrencias de la noche y hasta contamos el uno, dos, tres, para abrir la puerta al mismo tiempo. Y a la hora de la despedida entramos en la dinámica infantil de "primero tú", "no, primero tú", "bueno, después de ti"

Eran las seis de la mañana del siguiente día.


Durante la semana moría de ganas de hablar con aquel joven del bar, pero seguía sin recordar su nombre y por más vueltas que les daba a los contactos en mi celular, no daba con su número. Mis contactos eran los mismos de siempre. No aparecía ningún nombre nuevo. Decepcionado, ya lo daba por perdido.

Aquella tarde iba caminando sin rumbo, por una calle por la que generalmente no camino. Decepcionado porque ni siquiera le había podido dar un beso a aquel muchacho que bailaba sobre la tarima del bar.

— Quizá lo vuelva a ver si regresamos el fin de semana al bar, — Pensé optimista. — pero seguramente no me querrá ni mirar. Debe creer que soy igual a los demás.

De pronto, en esa calle, me encontré con el tipo que me quiso ligar un día antes de conocer al bailarín. Sabía que no le era indiferente, sin embargo, yo no estaba interesado en lo más mínimo.

— Gabo, cuánto tiempo sin verte.

— Sí, verdad. ¿Cómo estás? — Tampoco recordaba su nombre y ni siquiera intenté volverlo a pedir.

— Esperando tu llamada.

— Fíjate que se me borraron los contactos. Este teléfono está fallando. Vieras que malo me salió. — Mentí. — Nombre, fue un caos recuperar los pocos que me sabía. Y aún no tengo todos.

El tipo no creyó del todo mis escusas. Su cara gris y boca chueca lo decía todo, pero no bajó la guardia.

— Bueno, aquí va de nuevo. Apunta.

El tipo me dictaba el número y yo fingía que lo anotaba. El tipo ni siquiera me simpatizaba; sentía una vibra extraña, tal vez solo eran mis ganas de salir huyendo. Claro que no esperé el cambio de tuerca del encuentro.

— A ver, márcame para que se quede grabado tu número en mi teléfono.

Demonios, no lo anoté. Apenado le pedí que me lo diera de nuevo y le dije que no sabía a qué botón le había presionado. No me volvió a creer, pero esta vez no tuve otra opción que anotarlo y marcar su número. Cuando entré a la opción de marcar de mi celular, el tiempo se detuvo. Ahí estaba un número y un nombre que desconocía; Manuel, 044 66... ¿Manuel? Sí, era su nombre. Era el nombre del bailarín. Mi bailarín. Una ligera sonrisa me delató de inmediato.

— ¿Qué tienes? Parece que te acordaste de algo importante.

— No, no es nada.

Claro que era algo importante, pero él no tenía que saber. Marqué el número que me dijo, él rechazó la llamada, solo quería asegurarse tener mi número y que yo tuviera el suyo. Me despedí y prometí llamarle, cosa que nunca pensé hacer. Tenía cinco años soltero y era la primera vez que alguien se interesaba por mí y que me daba lujo de rechazar.

Al dar la vuelta a la calle borré su número y mandé un mensaje al de Manuel.

"Hola. ¿Cómo estás? Espero que bien. No te había enviado mensaje porque no quería molestar. Además, hasta hoy se me bajó la borrachera. Es broma XD. ¿Cuándo nos vemos de nuevo? Podríamos ir al cine o a bailar. Bailas bien chido, tenías a todos embobados mirándote. Bueno, espero que te acuerdes de mí. Soy Gabo, con quien bailaste el fin de semana en el antro".

Más tarde me llegó un mensaje corto y un tanto frío, pero en el que aceptaba salir conmigo de nuevo. Un ligero temblor bañado de alegría me invadió.


El fin de semana llegó. Elmer me llamó y me dijo que su tía quería volver a salir con nosotros y que Pamela estaba apuntada. Yo rechacé la oferta, ya tenía planes con Manuel y me daba un poco de pena volver a salir con la tía, pero Elmer me insistió.

— Te lo llevas. — Me dijo.

Después me pareció buena idea y le mandé mensaje a Manuel que nos viéramos en el bar donde iría con Elmer.

En la noche, ya todos estábamos en el bar, no era el mismo, sino uno más tranquilo, uno de esos bares dónde puedes charlar y escuchar a los valientes que usan el karaoke para deleitar o, mejor dicho, espantar, a los presentes. Mirábamos videos, platicábamos y brindamos por el fin pasado. Manuel llegó un poco tarde y saludó a todos con gran sonrisa dibujada en sus labios. No exagero al decir que su carisma iluminaba el lugar. El fin de semana pasado no sonrío, solo bailaba y miraba con la barbilla en alto; hoy su mirada era otra, brillante, alegre. Esta ocasión me sentí más atraído a él. Era la primera vez que lo veía realmente como era físicamente, sin tantas luces o humo de sabores. Cuando lo conocí traía el efecto del alcohol y no recordaba a ciencia cierta su rostro. De pronto, y unas cervezas después, Manuel se carcajeaba con las tonterías altisonantes que decía la tía de Elmer y, en un descuido de mi parte, Manuel me plantó tremendo beso en la boca delante de todos. Mi cara se coloreó de mil colores. 

Oficialmente salía del clóset frente a mi vecina y su hija. 

 

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Cuando te encuentreWhere stories live. Discover now