Día 7: Rayo de sol

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Sidon miraba el horizonte mientras atardecía, perdiendo la mirada en aquella fina línea donde el sol besaba la montaña con ternura. Un rayo de sol empezó a iluminar con intensidad las joyas reales que adornaban su cuerpo, desprendiendo belleza y delicadeza. Un suspiro leve brotó de sus labios mientras sus ojos se fundían con el paisaje: Aquel había sido otro día más lleno de tareas de príncipe sin la compañía de aquel rubio al que tanto amaba. Llevaba así más de mes... Link se estaba retrasando más de lo normal aquella vez.

Llevaban casados casi cuatro años. Siempre que el espadachín salía de viaje, Sidon esperaba a su querido esposo con paciencia y optimismo. Sabía que siempre iba a regresar por mucho tiempo que pasara, y que la larga espera merecería la pena. A pesar de que se habían casado y Link se había mudado a la región de los zora, el príncipe no había querido cortarle las alas al hyliano. Le permitía que hiciera aquellos viajes que tanto amaba hacer, pues sabía que el alma de su héroe necesitaba aventuras para sentirse pleno. Por ello, Link se marchaba a veces a ayudar a Zelda a reconstruir Hyrule, otras iba en busca de provisiones o a reunirse con otras personas por temas diplomáticos, a visitar a sus amigos en las otras regiones o simplemente se marchaba un día para despejarse del ajetreo que conllevaba ser el príncipe consorte.

Pero no podía evitar echarle de menos. Extrañaba su voz, el roce de la piel contra la suya y la calidez de su cuerpo. Su sonrisa, sus manías, y aquella personalidad deslumbrante. Extrañaba a su pequeño hyliano y su enorme presencia.

Llevaba demasiado tiempo de viaje esa vez y estaba un poco preocupado por si le había pasado algo. 

—Link... —susurró al viento mientras la cola de su cabeza se balanceaba con éste. 

Sidon sabía que su padre estaba pensando en entregarles ya el trono y aquello le ponía un poco inquieto. A partir de ese día, Sidon sería el monarca y Link sería el rey consorte a su lado.  ¿Estaba listo para quedarse a su lado? Su marido le había prometido que, cuando llegara el momento, estaría dispuesto a gobernar a su lado. Había aceptado casarse con él, después de todo. ¿Pero querría el hyliano que eso sucediese ya? No quería cortar sus alas.

—¡El príncipe Link ha regresado! —oyó de repente de uno de los guardias.

Sintió como se saltaba varios latidos. No sabía si había oído bien.

—Príncipe Sidon, su esposo le espera en la plaza —dijo otro, haciéndole una reverencia como saludo.

El rostro de Sidon se iluminó por completo. ¡Su perla había regresado por fin! Era como si pensar en él lo hubiese traído de vuelta, aunque sabía que aquello era imposible. 

No tardó nada en dejar lo que estaba haciendo y en dirigirse escaleras abajo, casi tropezándose con los escalones. Sabía que no era muy elegante por su parte, ¿pero qué más daba? Solo le importaba que Link había vuelto.

Cuando llegó al final de las escaleras, lo observó con una radiante sonrisa. El hyliano estaba contemplando la estatua donde estaban esculpidos ambos, inmortalizando aquel momento de hace tantísimos años cuando salvaron a Vah Ruta. Diosa, cuánto tiempo había pasado desde entonces. 

—¡Mi perla! —exclamó Sidon, corriendo hacia él. 

Link se giró, en su rostro pudo encontrar la más bella de las sonrisas. Llevaba puesto el traje de príncipe blanco y celeste que le confeccionaron años atrás, y su cabello estaba recogido con una cinta azul.

—¡Sid! 

El zora no tardó nada en levantar a su esposo del suelo y en abrazarlo. Ambos rieron, felices de reencontrarse. El hyliano lo abrazó con fuerza y Sidon estuvo a punto de llorar de alegría por tenerlo allí. 

Tras un rato lo alejó un poco para observarlo con detenimiento. Parecía cansado por el viaje pero estaba deslumbrante. Un rayo de sol iluminaba su cabello, haciendo parecer que sus hebras eran doradas. Sus ojos azules estaban tan cubiertos de amor e ilusión que Sidon sintió cómo se aceleraba su corazón aun más. 

—Estoy de vuelta, Sidon... 

—Bienvenido a casa, mi príncipe —susurró Sidon, acercándolo más a su boca.

Ambos se besaron por inercia, como dos imanes que habían estado deseando volver a unirse todo ese tiempo. Link acunó sus mejillas con las manos y profundizó el beso mientras suspiraba contra su boca. Era uno hambriento y urgente, pues ambos habían extrañado el roce de los labios del otro. 

Cuando el aliento empezó a faltar, ambos se alejaron y se sonrieron como siempre lo hacían.

—Sidon... Te traigo una noticia —confesó Link, mientras lo miraba con decisión—. Estoy listo. 

—¿Cómo dices?

—Estoy listo para reinar contigo... Ya he hecho todo lo que quería, todo lo que tenía pendiente. Ahora quiero disfrutar plenamente de mi vida. Junto a ti. 

—Link... ¿lo dices en serio? Sé que te encanta viajar... 

—Lo digo en serio. Puedo hacer algún viaje muy de vez en cuando, pero ya no tan seguidos. Quiero dedicarme al reino zora ahora. Aquí es donde está mi hogar... Donde estás tú. 

Sidon estaba a punto de estallar de felicidad. Algunas lágrimas se escaparon de sus ojos y abrazó con fuerza a Link. Su marido lo apretó también contra su cuerpo, soltando una risa clara y plena. 

—Entonces... Bienvenido a casa, mi rey. 

El último rayo de sol del día fue testigo de un nuevo beso lleno de promesas.


Octubre Sidlink. Softober 2023.Where stories live. Discover now