Día 2: Paisaje

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—Sidon, date prisa —pidió Link, fijándose en lo lento que caminaba el zora por la montaña. Estaba aún adormilado porque acababa de levantarse—. Creía que madrugabas más, príncipe. 

—Es que no estoy acostumbrado a levantarme tan tan temprano... ¡Ni siquiera ha amanecido!

Habían estado viajando juntos por Hyrule desde hace días, y Sidon aún no se acostumbraba a madrugar tanto para continuar su aventura. Habían ido a juntos a Akkala y a Lanayru, y tras eso habían ido recorriendo el sureste. A Sidon le dolían las piernas y sinceramente, no le vendría mal meterse en el río o en alguna laguna para refrescar sus escamas.

—¿Qué es lo que quieres enseñarme, Link?

—Esto —dijo con una suave voz.

Sidon miró hacia la dirección donde miraba Link, aún con los ojos entrecerrados.

Pero no tardó mucho en abrir los ojos de par en par cuando lo vio. Desde esa altura casi se podía ver Hyrule en todo su esplendor. Las amplias tierras, las montañas, el castillo de Hyrule en el centro frente a las llanuras y las ruinas que parecían ser pequeñas cicatrices del reino desde ahí. El amanecer empezaba a cubrir poco a poco todo el paisaje, vistiéndolo de tonos naranjas y rosados. La brisa fresca besaba sus escamas, llenándolo de vigor mientras observaba aquella maravilla. Se quedó completamente cautivado por aquello, y qué ganas tenía de explorar cada tramo de aquel reino y descubrir una a una sus maravillas. Quería ver cada árbol, cada roca, cada laguna... Quería colmarse de cada brisa, de cada sonido, cada color. 

—Link... Esto es... 

El hyliano habría visto muchos más amaneceres y vistas como esa en su aventura, y qué afortunado se sentía de poder compartir con él algo así. Él era ahora su compañero, su amor, y lo seguiría hasta la propia Montaña de la Muerte si era necesario. Quería que él lo llevase a cada rincón y disfrutar de su agradable compañía.

—La primera vez que vi estas vistas me abrumé —confesó Link, mirando al horizonte. Su rostro estaba serio pero Sidon podía ver cierta luz anhelante en sus ojos—. Ahora, después de tantos años recorriendo Hyrule en paz, me siguen pareciendo igual de impresionantes, pero ya no me siento tan abrumado. 

—La paz que ahora tenemos en el reino las hace aún más hermosas, en mi opinión... —Sidon miró a Link, con cierta ternura.

—También lo creo —dijo con una leve sonrisa—. Gracias por acompañarme hasta aquí. 

Él sintió derretirse con aquello y sintió una oleada de calidez conquistando su pecho. De un momento a otro, el zora alzó a Link en sus brazos y lo sentó en su hombro. El espadachín dejó escapar una exclamación pero no se quejó; no era la primera vez que hacían aquello. Tras una sonrisa, Link siguió fijando su vista en el horizonte.

Sidon, en cambio, lo contempló a él como si fuera un tesoro. Sus ojos azules siendo conquistados por la luz del amanecer, su cabello meciéndose con el viento, sus finos labios apretados. Qué bello era aquel hyliano. Se dio cuenta de que la parte más hermosa de aquel paisaje era él. El héroe parecía ser uno con aquella bella inmensidad, como si fuese una pieza indispensable o un fragmento más de la belleza de la naturaleza. Las vistas no le importaban demasiado cuando él estaba ahí tan presente, a su lado, compartiendo aquel amanecer que parecía prometer muchos más en el futuro.

—Precioso... —susurró Sidon para sí mismo, mirándole. Había sido un pensamiento en voz alta que había salido sin querer.

—¿El paisaje...? —dijo Link, extrañado. Sidon se sonrojó por completo al entender que Link lo había oído. 

Pero ya no podía esconderse. Sus emociones golpeaban su pecho y no podía seguir ocultándolas.

—Tú, Link... —murmuró, mientras bajaba al hyliano de su hombro para tomarlo entre sus brazos—. Tú y solo tú. 

El héroe de Hyrule se sonrojó hasta la punta de las orejas, y desvió la mirada nervioso. Pareció querer decir algo pero solo le salieron palabras ininteligibles. Sidon esbozó una sonrisa y no pudo contenerse más. Su corazón le exigía una cosa y no iba a desperdiciar la oportunidad.

Cuando acercó a Link hacia sí y él se inclinó hacia su rostro, supo que ambos querían eso. Sus sentimientos eran mutuos y no querían perder ni un solo segundo más. Sintió a Link ahuecando sus mejillas con sus manos y su aliento contra su boca que aceleró los latidos de su corazón. Sidon decidió perderse para disfrutar un poco más con su amado héroe.

Ambos unieron sus labios con la misma calma del amanecer, completando la belleza de aquel glorioso paisaje.

Octubre Sidlink. Softober 2023.Where stories live. Discover now