Capítulo 7

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A las cuatro de la madrugada Riley se despierta pues Rachel no para de moverse y darle pequeños empujones hasta llevarla al borde del sofá. Parece estar teniendo una pesadilla. Acaricia su mejilla suavemente intentando que se relaje sin llegar a despertarla, pero Rachel empieza a despejarse tan pronto como sus dedos entran en contacto con su piel.

–¿Estás bien? Parecías estar teniendo una pesadilla –pregunta con voz suave.

Rachel parpadea unas cuantas veces enfocando la vista.

–Sí. Estoy bien. Tiendo a moverme mucho en la cama, podríamos decir que soy un tanto inquieta. ¿Cómo te encuentras tú?

–Bastante mejor. Que me hayas obligado a tomar la medicación y tus cuidados han hecho maravillas.

–¿Eso quiere decir que ya puedo besarte?

Riley sacude la cabeza y se aleja ligeramente de Rachel.

–No quiero contagiarte...

–¡Por amor de Dios, Riley! He pasado un día entero en tu casa, llena de gérmenes víricos y me he quedado dormida pegada a ti en este diminuto sofá. ¿De verdad crees que no besarme va a evitar que me contagie?

La rubia cierra los ojos y una ligera sonrisa se extiende por su rostro. Tiene razón.

–Tú lo único que quieres es que te dé ese beso para poder restregarme que has ganado y al final has conseguido lo que querías.

–Puede, pero mi principal objetivo es besar a la bonita rubia que tengo delante.

Riley siente calor en las mejillas. Rachel toma su silencio como una invitación y la atrae hacia ella cogiendo su rostro con ambas manos. Sintiéndose embriagada por las sensaciones que Rachel despierta en ella, Riley se deja llevar y responde con pasión a ese beso.

Son las seis y media cuando el despertador de Riley empieza a sonar.

–¿Qué hora es? –Rachel entierra su rostro entre los cojines.

–Pronto. Quédate durmiendo en la cama un rato más –responde Riley levantándose de un salto para ir directa hacia su armario. Se viste con una camiseta de deporte y unos pantalones cortos.

–¿A dónde vas con tanta prisa?

–Voy a hacer un entrenamiento rápido. Vuelvo en veinte minutos.

Sin añadir nada más Riley sale de la habitación, se coloca los auriculares y tras coger las llaves sale del apartamento. Quiere hacer unos esprints antes de empezar la jornada.

Vuelve a casa sudada, con el corazón latiendo con fuerza. Ama y odia a la vez los entrenamientos con intervalos. Al entrar deja las llaves en la mesita y va hacia la cocina, donde encuentra a Rachel desayunando.

–Espero que no te importe. Me moría de hambre.

–No, claro que no. Coge lo que quieras. Ya te dije anoche que mi nevera es tu nevera.

–Gracias. ¿Qué vas a desayunar tu?

Riley abre uno de los armarios de la cocina y saca un saco de dos kilos de proteínas antes de señalárselo a Rachel.

–Así que eres la típica adicta a los batidos.

–Exactamente.

Ambas se sonríen por unos instantes. Si no fuese porque Riley tiene una rutina estricta por las mañanas, casi automatizada, se habría quedado ahí de pie, simplemente observándola comer y disfrutar de una simple tostada con mantequilla y sal.

–Y... ¿Siempre empiezas las mañanas con tanta energía?

–Así es. Me ayuda a ser mejor en mi trabajo. La disciplina, saltar de la cama cuando suena el despertador, una carrera para despejarse...

Law and Fire - Leyes y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora