Cap 4

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Era un día nuevo, de hecho el día siguiente a la presentación de aquellos y el mismo día cuando se le fue dicha la información al Rey pero nos encontramos un par de horas después, a medio día, el de ojos blancos se encontraba rondando por los jardines del castillo, le gustaba mucho como se sentían, después de todo no podía salir al bosque o del castillo por ordenes del propio Rey, era lo único que le quedaba dar vueltas por la misma zona una y otra vez como si fuera un trompo.

Aquel día no podía ser arruinado o eso creía el sacerdote, hasta que un sirviente algo nervioso y pequeño llevo para darle un aviso, parecía que corría por su vida, se miraba agitado a más no poder.

-Su santidad México, el Rey, mando a hablarle, dijo que era completamente urgente y necesario - Aquel hablaba de manera que inteba tomar más aire, estaba "bofeado" como diría el sacerdote en su lengua.

-Y si no quiero ir?

-No creo que eso sea opción su santidad, el Rey es muy explosivo como habrá podido saber.

-El Rey me la.....el Rey no puede hacerme nada-Soltó una risita, si, talvez era el mayor de los sacerdotes, pero

-Se lo ruego santidad, si no, yo seré quien resiva el castigo de su parte-Aquel parecía nervioso y estaba rogando, a tal punto que incluso dejo caer sus rodillas sobre el pasto y se inclino.

-Levántate, el único digno de tal adoración es Yahweh, no yo, iré pero nomas porque tu me dices-Sonrió, aquella aura espectacular logro calmar a aquel sirviente en un instante.

En aquel momento ayudo a ponerse de pie a aquel sirviente, para darle la indicación de que fueran juntos al lugar, aunque no lo pareciera aquel sirviente había quedado igualmente encantado por aquella aura, parecía una broma, pero el simple hecho de que alguien les causará tanta paz podía lograr que la gente se creyera estar enamorada de aquella persona, aunque solo era la sensación de paz lo que los atraía de aquella manera.

Llegaron a la "oficina real" el sirviente toco la puerta con cuidado y cuando escucharon el "pase" ambos entraron. En aquel lugar se encontraba aquel encargado de todo el ejército recargado de brazos cruzados en el escritorio del rey, el rey se encontraba sentado sobre la silla con un papel en la mano ahora con la mirada en el sacerdote.

-Sweetness! Que bueno que estés aquí, el es de quien tanto te hable Canadá.

Dijo levantándose y dejando todo para ir con México, lo abrazo con fuerza y en medio abrazo vio al sirviente quien con solo la mirada del Rey salió de aquella sala con el corazón latiendo a mil.

-Eh pensado tanto en que necesito que tengas otro guardia, ya sabes que al tener tanto poder habrá quienes vayan tras de ti, y no dudo ni de ti, ni de Finlandia, pero me gusta asegurar bien las cosas-Suspiro mientras ahora lo sujetaba de la cintura mirando ahora a su hermanastro-El es Canadá, ya lo habrás visto y habrás escuchado de él supongo, es el mejor en con la espada en estas tierras, después de mi.

El canadiense de una manera seca y sin siquiera pensarlo, de manera arrogante incluso talvez de manera impulsiva solamente solto.

-¿Qué le viste?-Era una pregunta al de ojos negros, aquel rubio quien lo miró con mala gana y amenazandolo con solo la mirada.

-A ver wey, que tu seas quien seas, no me importa, pero no me vas a venir a faltar el respeto, ni aunque fueras el Rey de una nación, y ni a eso llegas-Soltó el sacerdote de manera tosca alejándose de las manos del rey para acercarse de manera autoritaria y enojada a él de cabellos rojizos-Asi que no se tu, pero me lo pensaba dos veces, porque puedo asegurarte, cualquier labrador de tierra, es más importante que tú.

Lo último fue dicho mientras le daba un empujón, por lo cual el de cabello rojizo estuvo apuntó de regresarselo pero el de ojos negros intervino.

-No creo que deban pelear, estarán juntos mucho tiempo a partir de ahora-Sonrió con algo de burla el soberano.

Heads or tails?   (USAMEX) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora