Diez

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Te gustaba la misma gelatina que a mí, siempre rechazabas esa cosa amarilla y pedías un tarrito transparente de la de color verde. También cargabas contigo un cuaderno en el que pasabas los minutos dibujando, moría por ver las hojas. No puedo olvidar el libro celeste con un castillo en la portada, nunca lo perdías de vista.

Creí que pasaría toda la vida mirándote de lejos, buscando en qué más eras perfecta, enumerando lo que hacías y lo que dejabas de hacer. Hasta que un día, sin aviso o consideración, le pediste a la enfermera Mildred que te sentara en la silla de al lado.

El príncipe que no tuvo su final feliz © ✔️ (M #0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora