𝟎𝟔.

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NUNCA ANTES HABÍA BESADO O SIDO BESADA. Había guardado recelosamente sus labios para el hombre que se convertiría en su esposo, al menos así fue hasta que sus hormonas decidieron que la primera muestra de afecto y lealtad no era tan indispensable para formar un vínculo fuerte con su futura pareja. Jamás había sido instruida para cometer actos más destinados a una mujer que a una doncella pero sabía que no se le reprocharía tan inocente desliz, no si su madre no lo permitía.

Aun así, guardó el secreto sellado tras su boca. Y Jacaerys actuó de la misma manera. Ambos habían pretendido con excepcional convicción que la indiscreción no había sido nada más que eso, una pequeña e insignificante falta, ninguna barbarie por la cual preocuparse.

Excepto que, por supuesto, sus pensamientos y más profundos deseos no parecían especialmente complacidos con el acuerdo. No cuando por las noches, después de compartir los últimos alimentos del día, los belfos le cosquilleaban como si frotara alguna clase de condimento en ellos y solo los besos de Jace fueran a aliviar la rasquiña. Absurdo pero sin duda angustiante.

Le lanzó una mirada más al muchacho por encima de la mesa, sentados de nuevo frente a frente, uno a cada lado de Rhaenyra, quien gobernaba en la cabecera como ya era costumbre. Daemon bebía y comía en el extremo opuesto, a una distancia significativa y abismal, conversando de forma insistente con el sirviente que rellenaba su copa de vino. Los pequeños Aegon y Viserys habían sido enviados a sus camas con antelación, luego de llorar en el regazo de un muy impaciente Lucerys; mientras Joffrey había soportado las consecuencias un poco más–no lo suficiente–antes de ser mandado a sus aposentos en compañía de una criada. Las rizadas pestañas de Luke bailaban cada vez más bajo y detrás de estas, sus apagados ojos solo encontraron consuelo en el borde de su plato, tratando de no bostezar demasiado alto para sufrir el mismo destino que sus hermanos menores. Jacaerys y Visenya ya tenían la edad para sostener los ánimos y su madre estaba encantada con tenerlos durante la merienda, frotándose el vientre modestamente inflado en círculos continuos.

Disimuló en mutismo, ojeando el amplio y adecuadamente iluminado solar de su madre, llevándose un sorbo de jugo a los labios.

—Luke, mi dulce niño. —La voz suave y madura pareció despabilar al así mencionado, quien se sentó rígido en su silla y se aclaró la garganta, avergonzado, asintiendo con atención—. Ni siquiera has tocado tus verduras —lo amonestó sin aseveración alguna.

Era cierto. Lucerys siempre las dejaba al final para deshacerse de ellas pero aquella tarde no se había esforzado en aparentar que intentaría lo contrario.

Y por supuesto, estaba muy cansado para inventarse una buena excusa.

—Saben raro.

—No las has probado —Visenya intervino, mofando al recibir el roce de una puntada por debajo de la mesa. El menor había fallado y, en su lugar, pateó la silla continua.

𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 𝐘 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍𝐄𝐒 +21Where stories live. Discover now