𝟎𝟒.

1K 112 6
                                    

AÚN PODÍA SENTIR LA PUNTA AFILADA DE SU NARIZ PRESIONANDO SUAVEMENTE EN EL HUECO DE SU CUELLO

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

AÚN PODÍA SENTIR LA PUNTA AFILADA DE SU NARIZ PRESIONANDO SUAVEMENTE EN EL HUECO DE SU CUELLO. Aspirando como un fantasma o la secuela de un doloroso ultraje, cosquilleando a través de la piel como si se tratara de los síntomas de una fiebre severa, extremadamente preocupante. También podía sentir sus brazos firmes alrededor de las caderas, deslizándose entre roces sutiles y tensiones espasmódicas cada vez que respiraban cerca el uno del otro. Jacaerys había guardado con recelo sus palabras por el resto de la tarde, en sospechoso silencio; a no ser que se tratara de sus hermanos menores o su madre, se había negado a compartir oración con ella de forma directa.

Le habría sorprendido de ser diferente. El heredero de Rhaenyra era metódico, cuando algo sembraba raíces en su cabeza, difícilmente se le podía arrancar de tal meditación. Recurría al mutismo y el misterio hasta verse capaz de resolver el conflicto de cuenta propia.

Sabía cómo funcionaban sus pensamientos, Jace era como un libro abierto de par en par, exponiendo sus hojas amarillentas a la disposición de cualquier lector curioso. Y Visenya disfrutaba de interpretarlo igual que a un acertijo, especialmente cuando se comportaba de manera déspota e inmadura.

No le dirigió palabra alguna hasta llegada la hora de la cena, a pesar de sus tentativas. El breve viaje en Vermax había terminado antes de tener la oportunidad para digerirlo y esperó el resto de la tarde junto a Joffrey, dando vueltas por la playa y jugando con la arena húmeda mientras Luke surcaba sobre sus cabezas de un lado al otro, escuchando a su pálido dragón graznar ocasionalmente. Jace, por otro lado, abandonó las costas para desaparecer en el horizonte, montando nubes hacia el este y adentrándose en mar abierto; justo hacia donde no podía seguirlo.

El recorrido a pie fue ameno y divertido, al menos hasta que el menor de los hermanos Velaryon expresó suficiente aburrimiento, exigiendo volver al castillo. Así lo hicieron, no sin antes comunicarle la noticia a Lucerys, quien se dedicó a gozar un rato más de su vuelo, aguardando a la llegada de su hermano mayor.

—¿Puedes llevarme? —Joff extendió ambos brazos en su dirección, tratando de igualar su velocidad a pasos cortos, tropezando cada vez que sus pies se enredaban.

Lo contempló con los ojos entrecerrados y, bajo estos, una mueca de particular gracia se extendió por sus mejillas. Tomó al pequeño en sus brazos, solo para apresurar aún más el retorno. Al menos con Joffrey como única carga, no tendría que esperarlo.

Sin embargo, tuvo que condicionarlo por su propio bien.

—Solo hasta las escaleras y no quiero que te duermas. Te quiero despierto hasta que lleguemos, ¿de acuerdo?

A pesar de oírle aceptar con una enorme sonrisa juguetona, Visenya era consciente de que había pedido demasiado. No se sorprendió cuando el primero de muchos bostezos siguió a un balbuceo infantil, apoyando su cabeza rizada sobre su hombro. Pronto lo halló profundamente dormido, sus pequeños pies colgaban a ambos lados de su cadera y sus manitas se ovillaron contra su pecho, guardando el calor cuando poco a poco el sol menguó en la costa, desvaneciéndose más allá del océano.

𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 𝐘 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍𝐄𝐒 +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora