𝟎𝟐.

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LA MAÑANA SIGUIENTE TRAJO CONSIGO UN ESTRIDENTE GRITO MATUTINO

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LA MAÑANA SIGUIENTE TRAJO CONSIGO UN ESTRIDENTE GRITO MATUTINO. Uno furioso e infantil que–desde luego–no alertó a los dos guardias flanqueando la entrada al solar de su hermano menor Lucerys, habituados a la particular costumbre que tenían en común los pequeños Velaryon por asaltarse entre sí apenas los rastros de alba besaran sus tierras, atacando al joven dormido en turno de onomástico con cojines. Jacaerys solía advertir antes del escándalo, solo para evitar que la broma fuese tomaba por peligro inminente.

Claro que nadie más que el heredero presumía de tal detalle con sus escuderos.

Visenya era más despreocupada al respecto, usualmente la primera en saltar sobre la cama ajena para sacudir a su víctima con los sacos de plumas. A veces era sustancioso, divertido, en ocasiones podía resultar exasperante. Todo formaba parte de un gran juego juvenil; cada día del año encontraban razones suficientes para gastarse alguna broma inocente.

Los escasos halos de luz dorada que se reflejaban desde la orilla del mar bañaron la habitación de calidez, colándose entre las cortinas hechas de finos telares importados; la ropa de cama era un desastre de inicio a fin, enredándose alrededor del dulce Luke, quien luchaba contra Jace por quitárselo de encima cuando su hermana lanzó a este último fuera de la cama, dándole en la cara somnolienta del menor con otro cojín.

—¡Jace! —ella chilló agudo a través del sentimiento hueco que la inmovilizó al ser envuelta desde atrás por la cintura, arrancada del forcejeo. Su intención por sonar amenazante se desvaneció tras una serie de carcajadas traicioneras, afectada por el hormigueo apabullante creciendo en su estómago.

—¡Tú me empujaste primero!

—¡Luke! ¡Luke, ayúdame!

Lucerys entonces volvió a tumbarse boca abajo en su cómodo lecho, exhalando un suspiro perezoso y extenuante, complacido con su lugar como espectador y no como combatiente aguerrido. Consabido a convertirse en nada más que un extraño entre Jacaerys y Visenya.

Producto de la adolescencia, le consolaba su madre, aparentemente ambos habían llegado a la edad en que se preocupaban más por tocarse el uno al otro de manera juguetona que de congeniar con sus hermanos más jóvenes.

Lucerys ciertamente no lo entendía, no en lo absoluto, pero si de alguna manera eso significaba que podía seguir descansando y soñando con volar sobre las nubes, pretendía aprovecharlo. Ignoró deliberadamente las súplicas risueñas que clamaban por su auxilio, escuchándolos rodar por la alfombra como si se encontraran a solas en el mundo. Hundió la cabeza en las sábanas y resopló, cansado de mantener los ojos abiertos. La noche de insomnio lo perseguía desde la madrugada, pegando la oreja a las paredes cada vez que percibía un cuchicheo ligero, esperando ansioso a que se presentara la pesadilla hecha persona.

Joffrey.

No le sorprendió caer dormido apenas tocó la superficie de su colchón, seguramente el menor de los cuatro había conspirado en su angustia para mantenerlo inútilmente despierto. El chiquillo estaba planeando algo y no podía vivir en paz ante el frío asecho silbándole en la nuca.

𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 𝐘 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍𝐄𝐒 +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora