𝟎𝟏.

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❝BÉSAME Y A DESTIEMPO, SIN PIEDAD Y EN SILENCIO

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BÉSAME Y A DESTIEMPO, SIN PIEDAD Y EN SILENCIO. BÉSAME, FRENA EL TIEMPO, HAZ CRECER LO QUE SIENTO❞.






EL SILENCIO NO ERA UNA PECULIARIDAD HABITUAL EN UN SITIO MAJESTUOSO COMO LO ERA ROCADRAGÓN. Pasada la hora del búho, la titilante flama de las antorchas se mecía intrépidamente, lamiendo las paredes de piedra; las ratas se arrastraban por las orillas fuera de sus refugios, agitando sus colas contra las columnas, brincando de un extremo al otro en busca de alimento; la soledad permeaba los corredores, opacado por el silbido tenue del viento, una frescura casi salina; sin mencionar la vigilia nocturna de los guardias del castillo, rotando sus patrullajes a medida que la luna menguaba por el cielo despejado.

Visenya abandonó la comodidad de sus sábanas apenas cayó el quinto clavo de su vela derretida, tintineando en la pequeña cuenca metálica de la base. Se enredó el cabello oscuro en una espiral descuidada que cepilló sobre su hombro, abrigándose con la bata para dormir encima de la ropa de cama, deslizando sus pies descalzos por el suelo de roca volcánica. Le dedicó una última mirada a la canasta de hierro humeando junto a su balcón, un huevo opaco como guijarro, descansando en un lecho de brasas agonizantes, despidiéndose en silencio de la criatura ausente que podría o no dormir en su interior.

Tiró de las puertas con esfuerzo, verificando ambos costados del pasillo. Conocía bien el itinerario de los escuderos que merodeaban sus aposentos aquella noche, los escuchaba marchar a la lejanía con frecuencia.

Advirtiendo entonces la siguiente ronda, contó de manera regresiva y apresuró el paso, reprimiendo aquel atisbo travieso en una sonrisa entusiasta, alzándose la caída del camisón como si de esa forma le resultara imposible tropezar, escondiéndose en los rincones penumbrosos cada vez que uno de los soldados encargados de su seguridad aparecía dentro de su perímetro. Poseía la paciencia suficiente para aguardar, tomar un respiro y continuar dando saltitos cuidadosos, llevándose una mano hasta el pecho en cuanto su corazón bombeó al borde de las costillas, empujándole la bilis por el esófago después de trotar de una torre a otra.

Su dormitorio no distaba de la de sus hermanos. Lucerys dormía prácticamente en el torreón contrario pero el solar del heredero colindaba cada habitación con un enorme pasadizo colmado de pilares. Corrió de puntillas al siguiente umbral, echando un segundo vistazo, recluida en una esquina con la respiración acelerada y la piel erizada por la adrenalina. Contuvo los jadeos entrecortados en discreción, dispuesta a reanudar el trayecto.

Tan solo fue capaz de dar un paso en falso cuando una mano firme capturó sus labios, arrastrándola de regreso a la sombra, envolviendo un brazo largo alrededor de su cintura. Pegó un grito ahogado, brindándole un codazo al desconocido a su espalda que solo consiguió doblarlo. El agarre no flaqueó y decidió forcejear en un mero reflejo primitivo de supervivencia.

𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 𝐘 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍𝐄𝐒 +21Where stories live. Discover now