El General

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«Yo siempre doy seis... Que sean tragos o tiros ya depende de la persona con la que esté... y del ánimo que me cargue».

Teniente Dans Ryder, 17vo Pelotón de Vanguardia, en una entrevista en la Estación de Avanzada Obed-117, Borde Medio.
Cuarto mes del año 3653 DTC.


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     Los restos humeantes de los tanques reptadores umbaranos abrigaban ligeramente la noche oscura. Algunas de las bestias voladoras pasaron encima de la fila de soldados clon que se acercó a inspeccionar, ignorándolos por completo, pero dejando en claro su presencia a través de sus agudos rugidos.
     Las antorchas de fuego que danzaban entre los intersticios destrozados de las placas metálicas alumbraban el paso, Rex clavó los ojos en una de ellas, los gritos de desesperación de sus hermanos le volvieron a la mente por un segundo antes de dirigir la mirada hacia adelante y proseguir con la inspección.

     Dans iba a su lado, un hilo de sangre seca dibujaba una marca justo por debajo de su oreja izquierda, debía ser difícil y extremadamente peligroso luchar sin armadura, pero la gabardina con tela reforzada suplía esa carencia y le otorgaba al joven capitán una movibilidad de envidia. Sea cual fuere el objetivo, las cosas siempre se tornaban difíciles y, más allá de todo martirio, inciertas.

     El chisporroteo de una maraña de cables dentro de una de las cabinas de pilotaje de los tanques reptadores alertó a Rex. Rápidamente tomó su bláster, hizo una seña y varios de sus hombres clavaron los ojos en derredor en busca de cualquier indicio de fuego enemigo.

     ―Ese aún tiene energía ―dijo―. ¡Dispárale!

     Hardcase se arrodilló, sostuvo el lanzacohetes apoyándolo sobre su hombro derecho y tiró del gatillo. El proyectil salió disparado directo hacia la cabina esférica que parpadeaba con luz fantasmagórica desde el interior.
     Se dio el impacto, el cristal reforzado estalló en una nube de fragmentos y un gas turquesa se derramó hacia el suelo dejando entrever una figura umbarana tambaleándose hacia el exterior.

     El piloto cayó al suelo boca abajo, moribundo, posiblemente la explosión en cadena de hace un rato causó que se golpeara con el equipamiento interno de su cabina hasta terminar en ese estado. A nadie le importó, ni Dans ni Carter ni Jesse ni nadie se giró a verlo una vez que se dieron cuenta de que no era una amenaza, todos pasaron de largo.

     ―Ya se quedó sin energía ―bromeó Jax.

     Rex caminó cerca al umbarano, le apuntó con su bláster y le disparó en el cráneo para acabar con su miseria. El plasma atravesó la pobre defensa del casco y dejó escapar el gas potenciante que se le suministraba a cada miliciano para aumentar su rendimiento en combate. Básicamente, los drogaban antes de mandarlos al frente.

     Los restos de la batalla se reducían a un cementerio de clones: hombres buenos que habían entregado su vida al servicio de la República y de los que posiblemente nadie más que el pelotón ahí presente conocería su historia. Dans apretó los puños al contemplar la escena, impotente, como si quisiera cambiar el pasado para evitar tantas muertes innecesarias causadas por el arrebato de un general indolente. No pudo evitar contener su furia cuando vio a dos de las bestias aladas jalonear el cadáver de un soldado clon caído como si fuera un simple trozo de carroña.

     ―¡Oye! ―gritó Hardcase cuando advirtió la escena―. ¿¡Aún tienes hambre!? Mastica esto ―sacó sus bláster y disparó, los tiros azules impactaron sobre una criatura mientras que la otra escapaba a toda velocidad hacia la espesura.

     Dans avanzó detrás de él, Rex y Cincos se detuvieron por un instante y la otra clavó los ojos en el capitán.
     Con algo de lentitud, hincó la rodilla, la tierra fría se arremolinó alrededor suyo. Quitó el casco del soldado para verlo a los ojos y se encontró con un rostro frío, ansioso, muerto. Sin más dilación, le cerró los párpados, acomodó el bláster que en otro tiempo de seguro había utilizado con fiereza y lo dejó sobre su pecho con ambas manos sobre él. Luego, volvió a colocarle el casco, le limpió el visor y se puso de pie.
     El viento del oeste acarició la gabardina haciéndola ondear, las llamas crepitaron con sonidos bajos y tenues, intermitentes a oídos de todos, y alumbraron el resultado de la victoria que había sido tan agria como el veneno.

Fuego Estelar: A Star Wars Fan History IIWhere stories live. Discover now