📍 Capítulo 05📍

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"Donde las sombras crecen, la desconfianza teje su propio laberinto."

Camille Roussel

—Cómo quisiera que los personajes literarios salieran de los libros —habla en señas Maritza; ella se ha vuelto una buena compañía, no lo voy a negar.

—No puedes basar literalmente tus expectativas en personajes literarios, Mari. Ellos nunca saldrán, y en la vida real no existen; todos son unos estúpidos que no valen la pena.

—Auch. ¿Quién rompió tu pobre corazón, Camí? —dijo poniéndose una mano en su corazón, haciéndose la ofendida.

—Es la realidad —señalé—, la vida es una mierda cuando quiere.

Me encogí de hombros y ella negó.

—Eres un poco directa.

—Soy directa, no me gusta andar con peros. —No sé por qué miré sus muñecas cuando sus mangas se subieron un poco. Vi unas marcas y fruncí el ceño—. ¿Qué te pasó?

Ella nerviosa las tapó y se levantó.

—Yo tengo cosas que hacer. Nos vemos luego —y así, como estaba sentada, se fue.

Esta semana ha estado bien, o eso supongo. Mari ha estado conmigo bastante tiempo, y hemos estado saliendo a tomar café, cosa que no hacía hace mucho tiempo. Realmente dejé de salir, dejé de ver mi vida como antes. Por más que mi terapeuta me dijera que intentara hacer mi vida y sanar, mi mente se negaba.

Sé qué son esas marcas en sus muñecas. Porque yo también pensé en eso. ¿Qué se suponía que tenía que estar haciendo aquí cuando no tenía nada? Me hacía la misma pregunta todas las putas veces, y nunca tenía una respuesta. Nunca llegaba a tener respuesta de una pregunta que hacía siempre.

Cuando sané, Ann me rogaba para que saliera al centro comercial, al parque o algún lugar donde pudiera convivir con personas de mi edad, pero yo me negué. Tres años estuve negada a poner un pie fuera de la casa. Hice todo desde casa siempre. Creé una fobia a salir, de hecho, le tengo fobia a los autos. No me he subido a uno desde la última vez donde perdí lo más importante en mi vida.

A veces pensamos que la vida de los demás es perfecta, pero no sabemos qué vive esa cabecita de cada uno, qué sufre o qué vive. O el querer autoanalizar a una persona y dar un punto de vista, y en realidad no acertar en nada. Aparentamos que todo está bien, que nada está mal. Si estamos sonriendo, estamos perfectamente bien. Puta mierda más absurda.

De la nada siento lágrimas en mis mejillas. Genial. Las limpio y tomo mi laptop. Creo que mi libro tiene que esperar. Cierro la laptop y la meto en la mochila; no me apetece entrar a la clase de la Miss Yennefer. Me gusta su clase, pero mi estado no me dejará disfrutarla.

Con un nudo en mi garganta, salgo de la universidad y me voy al cementerio. Necesito estar con ellos un momento, los necesito tanto. Media hora después de caminar, llego. No me culpen, no puedo subirme a nada que se mueva con ruedas. Voy un poco distraída y choco con alguien.

—Perdón, no lo vi —señalé disculpándome.

—No te preocupes, preciosa —dijo una voz que reconocí bien. Dean.

Levanto mis cejas y señalo—¿Qué haces aquí?

Dudoso, él contestó.

—Vine a ver a mi abuela —habló encogiéndose de hombros—. ¿Por qué evitas mi mirada?

—¿Tanto te duele tu ego porque no te veo? Pues aquí está, ya te miré. ¿Contento?

Lo miré desafiante.

—Te ves adorable cuando te defiendes.

—Ajá, sí, como tú digas.

—¿Qué haces aquí sola en un cementerio, Camille? —murmuró en un tono de voz ronca.

—No te importa.

—Ummm, bien.

—Bien. —señalé frustrada.

—No andes por ahí sola, Camille. Aquí en este pueblo, nada es lo que parece, todo tiene una mierda retorcida. No confíes en nadie, no le creas a nadie. Y mira siempre a tu espalda.

Susurró en mis oídos, dejando un beso en mi mejilla que me dejó anonadada, y él siguió su camino como si no hubiera pasado nada.

Su sonrisa es un poco retorcida, oscura, silenciosa y asesina.

—Cuida tus espaldas, Cami.

—¿Qué? —hablé, intentando recuperar mi aliento.

—Ay, pequeña, soy muy malo para ti. No te merezco.

—Bueno, pues yo deseo corromperme.

—Ay, mi ángel, al final no eres tan ángel...

Salgo de mi pensamiento cuando la brisa helada toca mis mejillas. Dios, ¿quién demonios eres? No veo con claridad tu cara, solo tu maldita sonrisa y esa voz. Ángel... ¿por qué me llamará así?

Seis años en los que prácticamente estoy empezando desde cero, no recordar me frustra y me fastidia. No saber quién guíe me frustra mucho porque no sé quién realmente soy. A veces me parece que soy como un intruso en este cuerpo. Solo tengo sueños que no ayudan en nada, y mi mente como que se dio feriado y no quiere recordar.

Camino hacia las tumbas de mis padres, y como es todos los días, siempre encuentro las mismas flores en las lápidas. ¿Quién les deja flores? Si la única familia viva soy yo...

Paso las manos por mi cara y me acerco a dejar las flores que yo les traje. Estuve platicando con ellos un buen rato. Cuando empezó a oscurecer, me fui para casa. Al entrar, sentí el olor a comida, mi estómago gruñó, no había comido nada desde la mañana.

—Oh, mi niña, ya llegaste.

—Sí —respondí con una sonrisa—. ¿Qué hay de cena?

—Pasta, tu favorita.

—Hmm, qué rico.

Me senté en uno de los taburetes mientras tiraba mis cosas al suelo.

—Oye, Ann —señalé mirándola—, ¿sabes quién va a dejarles flores a mis padres?

Su mirada y su postura cambiaron, se puso nerviosa, pero lo intentó ocultar. La miré esperando una respuesta, pero ella contestó nerviosa.

—No tengo ni idea, cariño, quizás algún amigo de tus padres —dijo simplemente y se dedicó a cambiar la conversación cada vez que podía.

Ella está ocultando algo, pero no quiere decir qué es ni por qué no lo hace. ¿Tan grande y malo es? ¿Qué escondes, Ann?

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⏰ Last updated: Oct 06, 2023 ⏰

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