📍 Capítulo 04📍

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"En un mundo de sombras, confiar es cerrar los ojos a la realidad."

Dean Meyer.

Pongo los ojos en blanco al sermón que mi señor padre está diciendo. Pendejo. Solo para joder es que sirve. Quisiera que se muriera.

—¿Me estás escuchando, Dean? —habla, aunque prácticamente grito. Fruncí el ceño y asentí.

—Sí, "padre" —contesté con un tono sarcástico—. Siempre escucho muy atento a las cosas desagradables que salen de tu hermosa boca. ¿Puedo irme?

—¡No! Deja de acercarte a las piscinas sin supervisión de alguien. Si tengo que ponerte alguien que ande detrás de ti, lo haré.

—Ajá.

—¡¿Ajá?! Presta prioridad a tu vida. Deja de ser un puto niño de mami.

Mi sangre hierve y arrojo el vaso que tenía en la mano; se hizo añicos en la pared.

—A ella no la metas en nuestras putas conversaciones. Perdiste el derecho a eso —le grité furioso.

—Deja de comportarte como un niño —gruño.

—¿Niño? No seas un cabrón. Tú más que nadie sabe que mi comportamiento no es de un puto niño.

—Sí, te comportas como un niño que espera mimos de su madre.

Aprieto mis puños y le gruño.

—Pues según tú, siempre me comporto como un niño. Eres un estúpido que nada más sirve como una fachada, te odio.

—Dean—. Gruño levantando la mano.

—¿Qué? Me pegarás, ¿eh? Lo único que te faltaba. No sé cómo mamá defendía tanto a una escoria como tú. Porque no vales nada.

Salí de su despacho tirando la puerta de un portazo; arruinó mi día, joder.

Mi visión se distorsiona, como si el mundo entero estuviera vibrando en frecuencias erráticas. Una sensación eléctrica se apodera de mi cuerpo, desde la punta de los dedos hasta el último rincón de mi ser. Intento gritar, pero las palabras se atascan en mi garganta, y la realidad se desliza hacia un abismo insondable.

Mis músculos se rebelan contra toda lógica, convirtiéndose en marionetas descontroladas. No tengo control sobre mi propio cuerpo. Cada célula parece bailar al ritmo de una sinfonía caótica. La conciencia es un barco a la deriva en un océano de desconcierto.

El tiempo pierde su significado. ¿Han pasado segundos o minutos? El suelo se convierte en un imán que atrae mi cuerpo hacia abajo. Soy consciente de los ojos preocupados que observan mi agonía, pero su ayuda está fuera de mi alcance.

—Dean, dios mío —grita Clara, mi hermana.

—Colócalo de lado —grita alguien.

Mi cuerpo tiembla, mi respiración se vuelve inestable.

—Padre, ayúdalo —susurra Clara, desesperada, con lágrimas en sus ojos.

De repente, el mundo se oscurece. Un túnel sin fin me envuelve, y la realidad se desvanece en una neblina de confusión. ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? Preguntas sin respuesta en medio de un caos neurológico.

Y, entonces, como una tormenta que pasa, la electricidad disminuye. Mi cuerpo, agotado y tembloroso, empieza a ceder. La normalidad intenta regresar, pero la fatiga se instala como una pesada manta sobre mis hombros.

La conciencia, frágil y tambaleante, retorna. Me encuentro atrapado entre el agotamiento y la necesidad de comprender lo inexplicable. Mi mente se aferra a la realidad, mientras los recuerdos de la tormenta neurológica persisten, dejando cicatrices en el paisaje de mi ser.

Todavía en el suelo, siento como unas manos acarician mis mejillas. Como puedo, abro mis ojos y veo la cara de Clara con lágrimas en sus ojos.

—Por favor, tú no me puedes dejar —dice en un susurro.

—Clara —dice la voz tosca de nuestro padre.

—¡Cállate, que tú tienes la culpa! —le grito.

—Déjalo, Clarita, él no es nadie. Murió el mismo día que perdimos a nuestra madre —murmuré mientras Clara me ayudaba a pararme sin perder el equilibrio. Como pude, en realidad ni sé cómo llegué a mi habitación y me tumbé en la cama.

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Abro los ojos y duelen. Mierda. Odio mi puta vida. Siento un bulto a mi lado y me doy la vuelta, veo a Clara hecha un ovillo a mi lado. Apenas había vuelto y ya estaba en esta mierda tóxica de nuevo.

—Te hubieras quedado en Londres, pequeña —susurro.

Ella se mudó de ciudad, no voluntariamente, pero lo hizo. No la quería en toda esta mierda. Pero dijo que no quería estar sola con la gruñona de Amelie. Aunque Clara no es nuestra hermana de sangre, nuestros padres la adoptaron como tal. Y si soy sincero, Clara me cae mejor que Amelie; esa es un puto grano en el culo como nuestro padre.

Mi cuerpo duele, pero ignoro el dolor y camino al cuarto de baño. Antes paso por el armario y tomo una camisa, un pantalón y unos boxers. Tardo unos quince minutos en la regadera intentando olvidar la escena que tuve antes de mi ataque de epilepsia.

—Dean —hablan desde la habitación. Salgo del baño y veo a Clara sentada en la cama. —¿Estás bien? —su tono es sutil, pero con una pizca de miedo.

—Sí, cariño. Estoy bien. No pasa a más.

—Pero...

Sé qué quiere decir con ese "pero".

—No pienses en cosas como esa, ¿ok?

—Ok.

Me acerco a ella, me siento a su lado y la abrazo, mientras le doy un beso en la frente. Ella es una de las razones por las que sigo vivo, es una de las razones por las que sigo soportando esta vida de mierda.

Por eso dicen por ahí, no confíes en las palabras de nadie, porque nunca sabemos si son verdad o no...

Cinco Sentidos.Where stories live. Discover now