XIX. Deseos.

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Las horas habían pasado bastante rápidas en lo que conversaba con la gente del pueblo sobre cosas que iban desde complicadas a las más simples; en su mayoría solo escuchó quejas sobre peleas entre vecinos o de cabras comiéndose las hortalizas ajenas, pero en general la pasó bastante bien. A veces era cansado, tener que escuchar las peticiones y quejas, pero nunca desagradable.

Antes de llamar al último esperando, Seokjin mandó a Jungkook a que buscara a Yoongi, pues tan pronto se liberara deseaba hablar con él de lo que estaba creando tensión entre ellos. En lo que esperaba, escuchó atentamente y llegó a la conclusión de que no tendría que hacer mucho o preocuparse demasiado, lo cual era bueno.

—Si eso es todo Hyun, puedes retirarte —concedió el rey poniéndose de pie. Si acaso él era el más apresurado por marcharse.

El hombre en cuestión hizo una reverencia y empezó a retirarse, pero se detuvo a medio camino y se dio la vuelta para encarar al rey una vez más.

—Antes de irme, Su Majestad, casi se me olvida —anunció el pueblerino—. En el pueblo hemos estado escuchando unos rumores un poco... preocupantes, y pensé que debería saber de ellos.

—¿Rumores? —Seokjin miró hacia Jungkook, que se encogió de hombros—. ¿Qué tipo de rumores?

—Nos han llegado rumores de que ha aumentado la cantidad de bandidos rondando cerca del reino —explicó Hyun—. Aparentemente se han mantenido fuera de los límites por el momento, pero estamos algo asustados, si le soy sincero.

Seokjin se dejó caer nuevamente en su trono. Bandidos. En todo el tiempo que llevaba a cargo y lo que recordaba del reinado de su padre, jamás había escuchado una cosa similar. Los bandidos abundaban entre países, ahí donde no existían límites ni la protección de un reino, por lo que sonaba hasta absurdo que hubiera alguien lo suficientemente estúpido para arriesgarse a atacar un reino u otro.

—Gracias por la información, Hyun. Me aseguraré de enviar más caballeros a los bordes a que hagan guardia —prometió el rey—. Si ocurre algo, ellos mismos me informarán y tomaremos las medidas necesarias. Pueden estar tranquilos.

—Muchísimas gracias, Su Majestad. Siempre es un placer verlo.

Finalmente, el hombre se despidió y abandonó el castillo, permitiendo así que Seokjin pudiera abandonar su puesto y apresurarse a agarrar a Yoongi para guiarlo a su habitación, casi a estirones. Apenas había lanzado una mirada a Jungkook, una que el joven entendió como una orden para que hiciera justo lo que le había prometido al pueblerino antes de marcharse.

Dentro de la habitación del rey, la chimenea estaba encendida.

No quería hacer suposiciones sin pruebas, pero a Yoongi le daba la impresión de que alguien la había encendido muy de antemano para aquel momento.

Seokjin lo soltó en medio del cuarto y le enseñó la maldita carta de lady Haneul de Kkott, solo para luego lanzarla a las llamas no sin antes arrugarla entre sus manos. El papel fue consumido por el fuego primero muy despacio y luego en segundos hasta que sus pedazos parecieron desaparecer entre las llamas.

—No estoy buscando una esposa —empezó el rey. Yoongi necesitó un segundo para comprender lo que estaba ocurriendo—. Tampoco la compañía de una mujer, así que no necesitas estar tan enfadado, Yoongi.

El susodicho resopló y cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿Quién dice que estoy enfadado? ¿Por qué debería estarlo?

Seokjin echó un suspiro.

—¿Qué hice para hacerte sentir de esta manera?

Yoongi dio un paso en su dirección, descruzando los brazos y apretando los puños.

The Lost Assassin ♕ ksj + mygWhere stories live. Discover now