Capítulo 8 Él

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Protestar ya no servía de nada, era mejor dejar que Abel hiciera su trabajo y terminara de limpiar las heridas sin mas complicaciones. Esta vez habían sido un poco mas leves así que no tardaría como las otras veces.

—Tu padre tuvo compasión contigo esta vez, eh.

Me mordí el labio cuando presiono con fuerza mi costilla.

—¿Tu crees? —solté una risa entre dientes.

—La otra vez te dejaron marca en el cuello, era como una malla de medusa —levanto la vista —Esta vez solo han sido moretones, así que sí. Tuvo un poco de compasión.

Puse los ojos en blanco. La compasión era lo que menos me importaba, Zilith me importaba, me había visto así, débil, masacrado...eso sí que me preocupaba.

Abel se incorporo de golpe dando por terminado su trabajo de doctor y pasar a hacer el chismoso familiar.

—¿Qué te ha dicho Zil? ¿se asustó?

—Un poco, aunque no dijo nada...su mirada lo decía todo.

Suspire mientras terminaba de ponerme la sudadera, tome un vaso de jugo y me lo bebí en tiempo récord, no me molestaba que el jugo estuviera tibio, tampoco el dolor de las heridas cada vez que me apoyaba en la barra, lo que en verdad me molestaba era la cara de imbécil que ponía Abel cada vez que me descuidaba. Era como un babotas en pleno siglo XXI.

—¿Por fin admitirás que estas enamorado de mí?

Su ceño se frunció.

—Que asco, por supuesto que no.

—Entonces ¿Qué es lo que tanto miras?

—Estoy analizándote.

—¿Qué estas analizando, exactamente?

—Tu idiotez —hizo boca de pescado.

Puse los ojos en blanco y le arrojé la toalla en la cara.

—Ya te lo digo, te lo digo —dijo entre risas, antes de poner la toalla en su sitio y cruzarse de brazos como profesor de anatomía —Supongo que ya sabes que Zilith odia la violencia.

—¿Qué con eso? —enarque la ceja.

—Pues que después no te quejes si no vuelve a acercarse a ti.

—Pues ya me lo ah advertido —apunte con el dedo —Pero no tengo de que preocuparme, estoy seguro que después de lo que paso esta mañana no volverá a...

—¡¿Qué paso esta mañana?! —se alertó —¿La amenazaste?

—¿Qué te pasa imbécil? Nunca haría algo así.

—Y ¿entonces...?

Relamí mis labios entre una media sonrisa. De solo recordar ese beso me daban ganas de ir por ella a su casa y guardármela para mí solo.

Que romántico y psicópata se escuchó eso.

—¡Khosravi!

Pegue un brinco y le lanze el dedo de en medio por trozar mi hermoso recuerdo de esta mañana.

—No paso nada—enjuagué el vaso y lo puse en sitio, volviendo a mi semblante serio.

—Enserio ¿no vas a decirme? —no respondí y entonces Abel cerro el maletín de primeros auxilios con fuerza y haciendo berrinche—¡Pues me marcho!

—¡Eh, eh! —lo detuve—Que aun te falta desempacar esas porquerías—señalé las cajas del piso.

Abel suspiro con lastima, dejo caer el maletín en el suelo y me miro con la flojera en los ojos.

El Invierno En El Que Te ConocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora