Capítulo 3 Ella

25 9 0
                                    


—¡Daniel Benson!

El chiquillo dio un respingo ante mi dramática llamada, aun así no quito los ojos de la computadora.

—¿Quieres dejar eso y venir ayudarme con esto? —señale la mesa, pero no sirvió de nada ya que él no me miraba.

—Estoy ocupado.

—Si, desde hace cuatro horas seguidas ¡ni siquiera has ido al baño!

—Por que no eh ingerido líquidos...

Su tranquilidad solo me estresaba más. Terminé de poner la mesa y me detuve delante de mi hermano. Seguía sin acostumbrarme a verlo diario con cualquier aparato viejo de la casa.

—Ya deberías de dejar esos aparatitos. Estas perdiendo el tiempo...

—No son solo aparatitos—remarco sin dejar de teclear—Y no estoy perdiendo el tiempo, es ciencia.

—Pues esa ciencia te va a salir muy cara en los ojos.

Silencio.

Frustrada me apresure a cerrar la computadora de golpe. Solo entonces dio un brinco y su mirada asesina se clavó en mí.

—¡Oye! ¡yo no hago eso con tus libros!

—¡¿Ah, no?! ¡¿y el que me destrozaste hace unas semanas?!

—¡Fue en defensa propia! —justifico parándose en el sillón para poder estar a mi altura.

—¡Esto también!

—¡No encuentro la defen...!

—¡Tienes diez años! ¡deberías salir a jugar con tus amiguitos...por ahí!

—¡Tener diez años no implica que deba salir!

—¡Implica divertirte! —me toque la sien al ver que abría la boca para atacar de nuevo—Con razón te toman por rarito y no tienes amigos.

—¡No necesito a escuincles babosos que se pasan jugando a carritos o masacrando personas en pantallas sin hacer algo de provecho!

—¿Entonces que necesitas? ¿un robot como amigo?

—¡O como hermana!

—¡Cretino...!


—Deberías enfocarte en tu vida en lugar de estar pendiente de la mía.

—¡Estoy preocupada por ti!

—¡Deberías preocuparte por ti!

—¡Yo estoy bien!

—¿Segura? —se cruzo de brazos, con sonrisa burlona—¿Entonces como no te has dado cuenta de la clase de amiguitos que te cargas? ¿o del noviecito patético que tienes?

—¡No es patético! ¿Qué sabes tú de amistad?

—¡Mas de lo que crees! ¡y para que te enteres! —me señalo con el dedo índice, entrecerrando los ojos—¡Tus amiguitos son unos traidores!

—¿De qué mierda hablas?

Suspiro y bajo para acomodarse en el sillón como si nada hubiera pasado.

—Investígalo, no dices que lo tienes todo bajo control.

Sonreí, perdiendo parte de los nervios. Y justo entonces, la puerta se abrió, no hizo falta girar para saber quienes eran ya que las risillas cómplices llegaron de inmediato al comedor.

—¡Mis niños! —canturreo mi madre apretujando a mi hermano que sonreía con felicidad al 100%, me sorprendía sus cambios de humor o sus actuaciones.

El Invierno En El Que Te ConocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora