🎈𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟴🎈

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𝗔𝗴𝗼𝘀𝘁𝗼 𝟭𝟵𝟴𝟵

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𝗔𝗴𝗼𝘀𝘁𝗼 𝟭𝟵𝟴𝟵

Bill y Milán se encontraban en la casa de ella. Ambos estaban sentados en el piso de la sala de estar, él se encontraba leyendo en voz alta para los dos y ella estaba acostaba sobre sus piernas, escuchando.

Desde que el grupo se había separado solo eran ellos dos, para Daniel ya no era sorpresa encontrar al chico en casa. Incluso se llevaban bien. Al fin de cuentas terminarían siendo cuñados, pensaba el mayor.

Durante varios días, Milán le insistió a Bill de intentar arreglar las cosas, pero el adolescente se negaba. Ella aún seguía hablando con algunos; Mike, Eddie y Bev. Los demás se habían alejado.

Milán escuchaba atenta la lectura de Bill, sin embargo, su mente no podía dejar de pensar en Georgie, deseaba saber que había ocurrido con él.

―Sabes ―empezó a hablar llenándose de valor, Bill detuvo su lectura para ponerle atención―. Hay algo que no puedo sacar de mi mente.

―¿Qué, ca... cariño?

Ella suspiró antes de soltar su pregunta.

―¿Qué sucedió con Georgie?

Aquella pregunta tomó por sorpresa a Bill. Dejó el libro a un lado suyo, en el piso y se quedó en silencio.

―Lo siento, creo que no debí... ―Milán desvió su rostro, apenada.

Bill negó.

―No, está bi... bien ―la miró por primera vez desde aquella pregunta―. Ti... tienes derecho a saberlo.

Él sabía que era el momento de contarle lo sucedido. De contarle cómo, por su culpa, su hermano había desaparecido. De contarle que él era el culpable de la desgracia en su familia.

―Geo... Georgie desapareció por mi cu... culpa ―confesó con su mirada llenándose de lágrimas―. Yo ese día no quería salir y... y le dije que me sentía mal, pe... pero no era verdad ―una lágrima rodó por su mejilla al recordar―. Si... siempre salíamos a correr barqui... barquitos de papel. Fue mi culpa.

Milán observó cómo una lágrima se fue convirtiendo en dos, tres, cuatro, hasta que no pudo contarlas más. Se levantó con cuidado para envolverlo en un abrazo.

―No fue tu culpa ―susurró en su oído―. No sabías que algo así pasaría.

Escucharlo llorar entre sus brazos la quebró. No estaba consciente del peso que cargaba Bill hasta ese día y deseó, con todas sus fuerzas, que parte de ese peso cayera también sobre sus hombros, así la carga le sería menos. Así el sentimiento de culpa sería menos.

―Yo veo a mi ma... madre llorar todas las no... noches y es por mi cu... culpa ―contó entre sollozos.

―No, Bill ―deshizo el abrazo para tomar su rostro entre sus manos y obligarlo a mirarla―. Mírame, cariño ―pidió; él obedeció―. Lo que pasó no es tu culpa. Sé que el sentimiento de sentirse culpable es inmenso, yo lo viví cuando mi padre... cuando mi padre asesinó a mi madre, yo estuve ahí ―confesó, evitando recordar―. Y viví con esa culpa durante años hasta que los conocí y, poco a poco, todos fueron sanando las heridas que nunca hicieron, especialmente tú. No fue nuestra culpa lo que haya pasado, cariño.

𝗘𝗩𝗜𝗧𝗘𝗥𝗡𝗢 | 𝗕𝗶𝗹𝗹 𝗗𝗲𝗻𝗯𝗿𝗼𝘂𝗴𝗵 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora