13

1.2K 199 54
                                    

13

En el pasado, cuando Minki todavía era estudiante, le prohibieron reincorporarse a clases hasta que le dieran el alta médica por su hombro dislocado. Ahí decidió que no necesitaba ser policía para ser feliz. Condicionado desde la infancia por las decisiones de su madre, bastó con llamarla para contarle que renunciaría a la academia para terminar de igual forma en el hospital.

A diferencia de su última vez ahí, la sala de emergencias se encontraba casi vacía. Minki podría haber sido atendido de inmediato, pero tenía pánico que le revisaran el hombro y le dijeran que necesitaba cirugía. Así que se paseó por los pasillos del hospital para retrasar su estresante realidad.

Recorrió el primer nivel, el segundo, el tercero y, finalmente, el cuarto donde se ubicaba la cafetería. El lugar también parecía desierto. La única mesa utilizada daba a una terraza con vistas al exterior. Su ocupante usaba un uniforme verde claro, debía ser un enfermero en práctica. Por supuesto, recordó al chico que lo atendió la vez anterior. Yoon algo se llamaba. Señor Yoon, lo recordaba en su mente.

Tras reconocer quién era el ocupante, sonrió e ingresó a la cafetería. En el mesón había unas bonitas mandarinas. Parecía ser una buena ofrenda de paz. Compró tres.

Al acercarse a la mesa notó que el enfermero observaba distraído el parque. Sus enormes ojeras habían desaparecido, se veía bastante recompuesto. Parecía de buen humor. Y se veía mucho más guapo.

Minki lo meditó un segundo; si lo hubiera pensado más tiempo, no lo habría hecho. Sin pedirle permiso, tomó asiento en la silla frente a la del enfermero. Dejó las tres mandarinas en la mesa.

—Mi ofrenda de paz —dijo como saludo. Ni siquiera mencionó quién era, porque, por supuesto, debía recordarlo.

La frente del estudiante se frunció, sus palillos de metal se posaron en la bandeja.

—¿Por? —fue su sencillo cuestionamiento.

—Por hacerte reprobar.

La mirada oscura del enfermero le recorrió el rostro y luego se dirigió hacia la ventana, como si considerara poco interesante su presencia.

—Nunca he reprobado nada.

Minki puso los ojos en blanco.

—Está bien, lo siento, herí tu orgullo. Ahora bien —siguió tras posicionar los codos sobre la mesa y cruzar las manos frente a su rostro—, ¿cómo has estado? Además de malhumorado.

El enfermero lo volvió a mirar.

—Disculpa, ¿nos conocemos?

Se sonrojó de manera furiosa, lo supo porque su cara ardía.

—¿Quieres morir?

—Particularmente, hoy no —dijo el estudiante.

—Vine hace un mes, ¿no me recuerdas?

Minki leyó su placa de identificación. Ah, se llamaba Jaebyu, Yoon Jaebyu. Moduló el nombre en su cabeza. Todavía llevaba colgando ese prendedor con hojas plastificadas de variados colores.

—No —dijo ese demonio de ser humano.

—Tú me atendiste —balbuceó a la rápida.

—Como a muchas otras personas —contestó tranquilo.

Frunció los labios en disgusto.

—Me zafé un hombro. Hoy regresé porque me sigue molestando y la academia de policía no me deja reincorporarme hasta que ustedes me den de alta.

Still with us (Still with #3)Where stories live. Discover now