CAPÍTULO 8

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—¿Puedo saber en que piensas?

La voz suave de la pelinegra lo hizo volver a la realidad. Se acomodo mejor en el sofá y la siguió con la mirada, viendo cada uno de sus movimientos, mientras ella acomodaba la mesa. Ella lo quedó mirando esperando que le dijera algo.

—¿Por qué no me dijiste de kyle?—Le pregunto después de mucho tiempo en silencio y ella bajo la mirada siguiendo en sus cosas.—¿Qué te impidió mandarme un maldito mensaje, oli? ¿Por qué no lo hiciste?—Insistió con seriedad, pero no perdió la tranquilidad con la que siempre le hablaba.

—Las cosas no fueron fáciles, noah. Ya te lo dije y ya me disculpe por no haberte contado.—Murmuro en un tono defensivo.

—¿Por qué no fueron fáciles? Tus padres son empresarios, forrados en plata, ¿Qué fue difícil? Porque no entiendo.—Siguió intentando indagar en el tema.

—Dijiste que no te importaba que había pasado en nueva york, ¿Qué cambio, noah?—Pregunto.

—Ahora quiero saberlo. Dímelo.

—Noah, déjala.—Pidió su madre cuando entró al salón de la casa. Lo miró seriamente y le pidió a la pelinegra que le trajera algo de la cocina.

—No tienes que meterte en nuestra cosas. Somos adultos, mamá.—Se quejó desde el sillón.

—Son dos niños aun, noah. Ni siquiera saliste de la escuela todavía, no saben manejar estas cosas.—Murmuro seriamente.—No la presiones a decirte nada, ¿Bien? Porque sino quiere hablarlo aun, ella tendrá sus razones, hijo.

—Se supone que tiene confianza conmigo, mamá.

—Lo se, amor, pero aveces las cosas van más allá de la confianza.

—¿De qué hablas mamá? ¿Tú sabes?

Ella lo miró, dejando de arreglar la mesa.—Solo digo que tienes que darle tiempo, hijo. Solo haz eso y cuídala mucho, noah.

—Esta bien, lo haré mamá.

—Gracias noah.

.

.

.

Mi mirada se perdió en el pequeño de cabellos azabache que dormía entre mis brazos. Su nariz era tan pequeña y linda que me moría de amor, mientras que sus labios tenían un color rosa tan intenso, largas pestañas decoraban sus ojos y sus mejillas regordetas siempre estaban rojitas. Era el niño más hermoso que mis ojos habían visto y me dolía en el alma, tener el pensamiento vago de que tal vez no era mío.

¿Qué había pasado en nueva york?

No lo sabía y eso me estaba carcomiendo la mente desde que hable con elle. No quería pensar en eso, ni mucho menos darle la razón en aquello, pero había logrado sembrar dudas en mi cabeza.

Las fechas estaban, pero las dudas seguían dando vueltas en mi cabeza y que ella no quisiera decirme hacia que todo fuera peor para mi.

—Lo siento bodoque.—Murmure con cansancio antes de acostarlo con cuidado en su cuna. Lo mire una última vez antes de salir del cuarto dejándolo dormir.

—¿Te vas?—Pregunto ella frenando mi caminar. Pensé en silencio, pero no tenía nada para decirle.

—Iré a caminar.—Conteste manteniendo mi mirada al frente.—Volveré en una o dos horas, necesito pensar.

—Es tu hijo, noah.—Contesto con la voz débil y no me atreví a mirarla.—¿Quieres un jodido adn? ¿Eso necesitas noah?

—Si, si quiero un adn.—Conteste aun sabiéndo el daño que le estaba haciendo a ella.

—Bien, lo haremos, si eso es lo que quieres.

𝑃𝐸𝑄𝑈𝐸ñ𝑂 𝐹𝐿𝑌𝑁𝑁 Where stories live. Discover now