XXII.

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Sus dedos se movían inquietos, contra la tela de su vestido, mirando de vez en cuando fuera de la celda que a la luz del día se podía apreciar más

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Sus dedos se movían inquietos, contra la tela de su vestido, mirando de vez en cuando fuera de la celda que a la luz del día se podía apreciar más. Encontraba en cada momento el sitio vacío, sin ningún movimiento, lo cual desataba más su inquietud.

Se intentó levantar, pero la cadena en su tobillo dolía, haciendo presión en su pierna, por sus intentos de quitarla o golpearla contra la pared, sus inútiles intentos de huir. Se había aferrado a esa idea, de que debía liberarse de ahí. Pero sus opciones eran limitadas y no parecía haber oportunidad. Solo restaba esperar aunque... una idea no había dejado de darle vueltas a su cabeza, el hecho de que Damian fuera a salvarla.

En su mente habían atravesado, en todo su tiempo en soledad después de que Shopkeeper la había dejado sola, muchas escenas demasiados fantásticas de Damian llegando, rompiendo el muro y sacándola de esa oscuridad. Eso es lo que le quedaba, no era lo suficiente fuerte para romper la celda, además que no había nada que pudiera utilizar. En el retorcido caso que lograra abrirse paso en las celdas, aún quedaba el grillete en su pantorrilla y la idea de ¿Cómo saldría del castillo sin ser vista? Había tantas cosas en su contra.

Solo quedaba el pensar que Damian iría y su propio corazón se estrujó al pensar en él ¿qué habría pensando al llegar y no verla? ¿Pensaría que quizá escapó? Era ilógico que después de todo lo que había vivido pensara eso, pero considerando como era, radical y hasta impulsivo, podría ser. Esperaba que alguien la haya visto siendo arrastrada fuera del castillo. Había estado inconsciente, por lo que no estaba segura, pero esperaba que así fuera, eso hubiera dado las pistas suficientes. Se preguntó en ese momento como nadie había visto que Wheeler la arrastraba inconsciente fuera de ahí.

Hundió la cara entre sus brazos, sintiendo como todo eso se sentía tan irreal. Unas horas había despertado junto a Damian, sintiendo su aroma particular y la calidez de su cuerpo, una de las mejores sensaciones que Anya había experimentado. Y de pronto ella había terminado ahí, una vez que fue ahorcada por Wheeler. Aún le dolía la garganta y no podía hablar bien. Extrañaba tanto a Damian y quería volver a verlo.

¿Eso sería posible? No estaba segura.

Estaba en el calabozo de Keodesea, algo que ella jamás había visto, lo cual implicaba que debían atravesar todo el reino para llegar hasta ahí, una tarea complicada.

Se sentía tonta, ingenua, porque Damian se lo había dicho, que no podía creer que el rey de Keodesea actuaba de tan buena fe. En ese momento pensó que su realidad fatalista y oscura del rey de Priwidor lo hacía a desconfiar de todos. Y la vida le había enseñado que tenía razón. Aquel viejo que parecía tan bueno con ella, que le sonreía o le daba comida estando en el castillo o que le pagaba un buen dinero por sus visiones...todo eso había sido un teatro, nada de eso había sido verdad. Solo la quería a su disposición, para utilizarla cuando quisiera y de buena manera.

Él solo estaba usando a su creación.

Un nudo en su garganta imposible de tragar había evitado que tragara saliva, al pensar en todas sus revelaciones y que ella...era una simple creación. Había sido creada como un simple objeto, una herramienta ventajosa para Keodesea. Aún sentía nauseas de pensarlo, en que todo lo que ella había creado alguna vez, en realidad era una farsa.

Corazón de hierro y cenizas || Damianya week 2023Where stories live. Discover now