II.

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Día 2: Indebido

Día 2: Indebido

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Los orbes verdes contemplaban la luz que se filtraba hasta alcanzar el suelo, que casi alcanzaba sus pies descalzos. Su atención fija en ese único rayo de luz que entraba por la diminuta ventana en lo más alto de la pared que estaba en el fondo. Abrazaba sus piernas con sus brazos y su rostro descansaba en sus rodillas, con una expresión neutra en su cara.

El piso estaba frio y demasiado sucio, pero había dejado de pensar en si las manchas oscuras, casi negras del suelo eran sangre o moho, simplemente sabía que eso no le haría nada bien, el pensar demasiado. Por lo que dejó de hacerlo después de un par de horas de dar vueltas en ese sitio.

Fue arrastrada de su aldea, visualizando como esta se hacía cada vez más pequeña, como un costal de papas en un caballo que se movía rápidamente por el camino aún en la oscuridad. Anya en todo ese trayecto había pensado en maneras de escapar, tal vez si se lanzaba del caballo y moría en el trayecto todo sería más fácil. Aunque la idea de que esos hombres volvieran y mataran a los Forger no dejaba de darle vueltas. Por lo que desechó cualquier idea de escape, además que sabía que era inútil. Si ella se lanzaba del caballo o corría cuando se detuvieron en dos ocasiones, sabía que la atraparían de nuevo.

Por lo que se mantuvo quieta, sin decir nada, con el miedo avanzando en su interior ante lo que significaba todo eso. Hasta que después de un largo viaje, donde inevitablemente el cansancio le había ganado y había terminado por dormirse, llegaron a su destino. A lo que Anya fue consciente hasta que su posición cambió del caballo, hacia el hombro del soldado, moviéndose por una especie de laberinto, por lo que Anya no pudo aprenderse el camino.

-¿Qué es lo que quieren de mí? - Se aventuró a preguntar, después de varios minutos.

El soldado se quedó callado, hasta que luego de caminar por un largo pasillo, abrió una puerta de metal y la lanzó dentro sin ninguna especie de cuidado. Anya se lastimó las rodillas cuando no pudo sostenerse en pie por la fuerza en la cual fue lanzada y cayó al suelo.

-¡Respóndeme! -Gritó fuertemente, en busca de una respuesta, observando al hombre que la veía en el suelo.

-Cierra la boca si no quieres que te calle. -Se acercó hasta ella, inclinándose para poder alcanzarla en el suelo, con su dedo alzó su rostro y la observó. - A menos que quieras gritar y yo podría ayudarte con eso. -Le sonrió de tal forma que le dejó en claro de que estaba hablando.

- Prefiero morir.

El soldado la soltó, retrocedió sobre sus pasos y finalmente la puerta detrás suya resonó, cerrándose por completo. Pero Anya solo era consciente del ardor en sus rodillas y la sangre descendiendo. Intentó limpiarse con la tela del vestido y con una tubería oxidada que tenía ese lugar.

Se mantuvo de pie, pegada a la pared, con el miedo agudizado perforando su mente, mirando todo a su alrededor tantas veces, en búsqueda de alguna apertura o algo que le diera una posibilidad. Aquel cuarto sombrío solo tenía un retrete, una llave y una diminuta ventana en la parte de arriba de la pared del fondo. Ni siquiera podía alcanzarla por su baja estatura y si de alguna manera lo lograba, no había manera de que diera por ese lugar tan reducido. Eso era todo, no tenía ni una cama. Era un sitio deplorable, un olor fétido brotaba del inodoro, por lo que bajo ninguna circunstancia lo utilizaría. Su atención recayó en el suelo y estuvo durante una hora evaluando que serían las manchas que se apreciaban, tal vez sangre o tal vez algo mucho peor...

Corazón de hierro y cenizas || Damianya week 2023Where stories live. Discover now