10- Slughorn

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Draco no se molestó en fingir que había pasado la noche en su casa, sino que se dedicó a volar en su escoba, tratando de pensar. Por alguna razón, su mente actuaba mejor cuando se encontraba en el aire, y en ese momento, él trataba de sacarle el máximo partido.

Astoria no debía seguir tomando el veneno, pues si lo hacía moriría. El problema era que, si no lo hacía, también moriría, y él estaba seguro de que el conde destruiría cualquier rastro de la poción que hubiese preparado en cuanto se celebrase la boda. Así pues, no tenía tiempo que perder. Pero no se le ocurría nada.

Se desesperó. En otro tiempo, la solución habría estado al alcance de la mano. Habría hablado con su antiguo profesor, Snape, y él se habría encargado de todo. Pero Snape estaba muerto, y no podía perder el tiempo pensando en lo que habría pasado si no fuese así.

Pero había otra persona que podría ayudarle, recordó. El profesor Slughorn había oído hablar de esa droga, y le había hablado al detalle sobre ella. Quizá él pudiese ayudarle.

Draco hizo virar su escoba y se dirigió hacia el lugar desde donde el profesor le había enviado su carta.

Desde el final de la guerra, Slughorn se había atrevido a vivir en una casa de su propiedad, aunque muy bien protegida. Draco logró encontrarla tras sobrevolar un rato la zona, y con mucho cuidado, aterrizó en el jardín. No pasó nada, y eso le dio confianza. Quiso llamar a la puerta, pero la encontró abierta, y se atrevió a entrar en la vivienda, con mucho cuidado.

–¿Profesor Slughorn? –llamó–. Profesor Slughorn, necesito hablar con usted.

Entonces algo le golpeó por la espalda, y antes de que pudiese reaccionar, Draco se vio colgado boca abajo, dando vueltas sin parar.

–Más te vale decirme quién eres, jovencito, y no se te ocurra intentar mentirme –dijo Slughorn, desde algún lugar.

–Profesor, soy Draco Malfoy –respondió él, aún girando en el aire–. Necesito su ayuda, es urgente.

–¿Mi ayuda? ¿Y cómo sé que puedo fiarme de ti?

–No pretendo hacerle nada, se lo juro –gritó Draco. Se estaba mareando–. Una persona va a morir, y usted puede evitarlo ¡Tiene que escucharme!

Slughorn le detuvo, y se acercó un poco a él.

–¿Qué estás diciendo, muchacho?

–La poción por la que le pregunté, el Sueño de la Muerte, la están usando, y ella va a morir, señor, y no se me ocurre nadie más a quien...

–Alto, alto –le detuvo el profesor. Decidió dejarle en el suelo, aunque no dejó de apuntarle con la varita–. Vayamos por partes, ¿de qué hablas?

Draco trató de recuperar el equilibrio, y después comenzó a hablar. Se lo contó todo, desde los planes de boda hasta la forma en la que el conde había envenenado a Astoria. Por una vez, Slughorn le escuchó sin interrumpirle.

–... y ayer le obligó a beber una dosis mucho mayor de la que ella estaba acostumbrada, y ahora Astoria está como muerta –Draco hablaba a toda prisa, tratando de ser lo más claro posible–. Y morirá, profesor, si no hacemos algo. Usted es la única persona que puede ayudarnos, señor –añadió, suplicante. Slughorn le miraba totalmente asombrado.

–Muchacho, me has dejado sin palabras –admitió–. No sé qué decirte. Este asunto es muy preocupante, pero me estás cargando con una gran responsabilidad. No sé si yo soy el más indicado para...

–Usted es el único que puede hacer algo –insistió Draco–. ¡Por favor! Mis padres no me creen, y el conde está decidido a matarla si es necesario. ¡No sé a quién más recurrir!

Matrimonio de conveniencia (Draco x Astoria)Where stories live. Discover now