7- A la luz de la luna

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Misteriosamente, Draco no era capaz de quitarse las palabras de Astoria de la cabeza.

"¿Te dejarías llevar?"

Aquella inocente pregunta, hecha sin ningún tipo de intención, le tenía en vilo. Sabía que era una tontería, y que Astoria sólo había tratado de seguirle la broma, pero aquella sencilla frase no se le iba de la cabeza.

¿Se habría dejado llevar? Se imaginó a sí mismo besando a Astoria, aprovechando esas largas horas a solas en su habitación, mientras los demás dormían. Imaginó lo que sería colarse en aquel cuarto por las noches, de manera clandestina, y encontrarse con ella, cubrirla de besos, tocar su piel a escondidas, dejarse llevar...

Notó que se acaloraba, sólo de pensar en las múltiples posibilidades que existían, pero luego se enfadó consigo mismo, por pensar así de una chica que nada había querido de él, y que tan sólo había hecho un inocente comentario a su costa.

Pero no podía evitarlo, la deseaba. La deseaba con todas sus fuerzas, y por primera vez se alegraba de que fuera a convertirse en su esposa. Era un pensamiento ruin, y lo sabía, pero nunca se había sentido así, nunca había deseado de esa manera a nadie.

No podía borrar de su memoria la imagen de Astoria, sentada en su cama, vestida con aquel inocente camisón, a menos de medio metro de él, clavando sus ojos en los suyos... y recordó lo cerca que había estado la noche anterior de inclinarse hacia ella y besarla...

Y sí, dejarse llevar. Habría dado cualquier cosa por poder dejarse llevar.

***

El protocolo decía que las flores debían ser rojas y blancas para los ramos fúnebres, pero Draco supo que aquello no funcionaría con Astoria. Le parecía demasiado pomposo presentarse con un enorme ramo, o una corona, sobre todo porque sospechaba que la chica apreciaría más un pequeño detalle. Así que optó por una hermosa violeta recién abierta, que cortó del invernadero antes de partir.

Draco había calculado el tiempo con sumo cuidado. Sabía que Astoria tomaba el veneno a las diez de la mañana, así que estaría dormida hasta las diez de la noche. Ella le había dicho que durante las primeras horas se sentía mareada, así que pensó que las doce de la noche era una hora muy prudencial para salir de su mansión.

Se había acostado pronto, para dormir algo y poder estar descansado por la noche, y eso le sirvió para extremar las precauciones a la hora de llegar al castillo de los Greengrass.

No tuvo problemas en traspasar la puerta camuflada de la garita, y al llegar a la habitación de Astoria se encontró a la chica paseando de un lado a otro, para ejercitar sus piernas.

Esa noche se había puesto un camisón largo, de color verde pálido, que se abrazaba suavemente a su piel cuando se movía. La luz de las velas se colaba por debajo de la tela, dejando adivinar las formas de su cuerpo. Draco tuvo que hacer un gran esfuerzo para no quedarse mirándola con la boca abierta.

-No sería una buena idea que me vistiera -explicó ella, al ver su expresión-. Si alguien nos encuentra, puedo fingir que soy sonámbula. Sería muy difícil explicar que me cambio de ropa en sueños.

-¿Y qué haré yo?

-Me temo que tendrás que esconderte -se disculpó ella.

Estaba muy nerviosa, pero disimuló el temblor de sus manos abrigándose con una bata. Fue hacia la puerta y la golpeó suavemente con los nudillos, para indicarle a Kali que se iban, y bajó junto a Draco por la escalera secreta.

-¿Estás bien? -le preguntó él, al ver que bajaba las escaleras con dificultad.

-Creo que sí. Esto es algo que no se olvida nunca -sonrió ella. Se esforzaba por seguir su ritmo, pero Draco fue más despacio, y le ofreció su brazo para que se apoyase en él-. Debería practicar más a menudo -bromeó Astoria, a modo de disculpa, pero Draco apretó su mano.

Matrimonio de conveniencia (Draco x Astoria)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon