Capítulo 0

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Era la tercera entrevista que Dan daba en la semana y para entonces su ánimo estaba por los suelos. Erguido sobre una cómoda silla de cuero negro el ambiente era helado y las paredes estaban cubiertas por innumerables periódicos con primeras planas en las que se leía: "Joo Jaekyung, el Emperador", llevaba esperando por diez minutos a que el amable señor de mediana edad regresara después de hacerle breves preguntas sobre su profesión.

Siendo honestos no parecía tan interesado en las capacidades de Dan, las cuales, para su orgullo, eran sobresalientes, había egresado como el mejor de su generación, le había costado sangre, sudor y lágrimas, para al final todo ser reducido a: "¿has trabajado para atletas de fama mundial?". No, nunca en su vida y eso solo logró ponerlo más ansioso. ¿A quién se suponía que debía tratar? ¿Cuál era la diferencia entre un atleta con fama y uno sin fama? Dan se jactaba de tener una ética profesional envidiable, a ambos los trataría de la misma forma.

En la descripción del empleo que encontró en línea no especificaba que debía tratar a deportistas de talla mundial, ni mucho menos que estaría masajeando músculos valuados en millones de dólares. ¿Qué pasaría si por error masajea el músculo que no era y terminaba lastimando a su atleta a grado de costarle la carrera? Dan nunca había dudado de sus habilidades, pero ahorita en la blanca oficina tan impersonal, no podría identificar el bíceps ni aunque este se paseara frente a él con un gafete.

Todavía tenía tiempo de huir, podría fingir que había surgido una emergencia familiar, su abuela se cayó del tercer piso o que su gato había entrado al apartamento de su vecina y vomitado toda la alfombra. Pero, ¿después qué? Dan necesitaba un empleo urgentemente, si no obtenía uno para fin de mes no iba a poder costear su alquiler y aunque su lugar no era muy espacioso ni lujoso, era donde había vivido toda la vida con su abuela, no podía permitirse perder eso. No creía ser capaz de aguantar otra pérdida.

La puerta se abrió de golpe y se sobresaltó, poniendo sus manos sobre sus rodillas y tallándose nerviosamente. El entrenador, de cabello castaño y con canas, le mostró una sonrisa de disculpa, sus ojos achicándose detrás de sus lentes.

—Disculpa la tardanza, pero Jaekyung se rehusaba a venir —entró y se acomodo detrás de su escritorio, recargándose con un chirrido en la silla de rueditas.

La puerta, entreabierta, dio paso a unos hombros anchos y una cabellera azabache tan lacia como el papel y tan oscura como el mar antes de una tormenta. La camiseta gris estaba empapada de sudor y se pegaba a los músculos de su pecho y brazos, definidos incluso a través de la tela de algodón. Dan había sido un poco dramático, sí podía identificar el bíceps perfectamente, todavía.

Los ojos negros, enmarcados en lo que parecía un perpetuo ceño fruncido, lo enfocaron, barrió su vista de arriba a abajo, impasible, y sin dirigirle la palabra, volteo la cabeza enfrentando al entrenador.

—No —la grave y melodiosa voz interrumpió el silencio en la oficina, exaltando a Dan. Al principio, sorprendido por el repentino ruido, para segundos después comprender lo que había dicho. ¿No? Oh, Dan estaba tan arruinado.

Abatido y con pena, Kim Dan carraspeó y se removió incómodo en el de pronto estrecho asiento, antes de poder disculparse y retirarse con la dignidad ligeramente intacta, el entrenador Nam Wook, como se leía en la placa sobre su escritorio, lo interrumpió.

—No puedes decidir eso, Jaekyung —habló exasperado, le regaló una sonrisa amigable a Dan y regresó su atención al luchador—. Tienes una pelea la semana que viene y tu hombro está a un suspiro de dislocarse de tu torso. Necesitas un fisioterapeuta.

—Estás exagerando. Puedes conseguir a alguien más para mañana —y sin dar otra mirada a Dan, giró y se dispuso a salir, los músculos de su espalda, como engranajes de una gran máquina, se movieron con cada paso que daba.

Jinxed JawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora