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Athenea acompañaba a su cuñada mientras miraba imágenes de flores, sabía los significados de algunas, pero eso no bastaba para los arreglos de la boda.

— Creo que no fue muy inteligente de mi parte ver esto enfrente de la novia — comentó la pelirroja con cierta diversión al ver que la rubia intentaba ver entre las hojas, causando que esta se sonrojara por ser descubierta.

—Creí que Su majestad organizaba la boda — comentó Rose confundida.

— Y es así, solo lo ayudo, elijo las mejores opciones y él ya decide, le reduzco el trabajo, me conviene — recordó el trato.

— ¡Su majestad! — el sonido de la exclamación y de las puertas siendo abiertas de golpes llamaron la atención de las damas.

La princesa la miró con ternura, pues era el sentimiento que le provocaba la emoción que la joven presentaba, al ver la lanza a su espalda casi soltó una risa, parecía estar muy acostumbrada a usarla todo el tiempo, sin duda, le hubiera gustado tenerla de dama.

— Oh, por cierto, me crucé con ella cuando venía de camino — señaló la puerta mientras se hacía a un lado de esta, dicho esto se asomaron personas con cajas y prendas, siendo liderados por una mujer pelirroja.

— Es un honor conocerla, su majestad — se presentó la dama con elegancia y respeto — su alteza — la menor le sonrió ante la reverencia que también le había proporcionado — Soy McLinnan, la mejor diseñadora del reino occidental — se presentó.

Navier desconocía de ella, por lo que la mujer le extendió una revista a Mastas.

— ¿Podría entregarle esto a Su majestad, por favor? — la dama asintió y caminó hasta la reina, la cual aceptó la revista.

La rubia miró el documento y leyó lo que este decía, claramente venía la información de la mujer frente a ella, venía su descripción y nombre de la tienda, y sin duda, era catalogada como la mejor diseñadora.

Extendió el documento a su cuñada, la cual lo acepto y miró la información, había incluso imágenes de algunos de sus trabajos, no sabía si eran los mejores que ellas había elaborado, pero eran hermosos.

— Su majestad Heinrey me ordenó confeccionar su vestido de novia, un vestido de recepción, y algunos otros vestidos — informó la mujer — ¿Si no le importa, puedo entrar? — preguntó.

— Adelante — aceptó la reina.

Ante lo dicho por la rubia, la mujer ingresó siendo seguida por su gente con muchas cajas, incluso había un perchero con ruedas cubierto con una tela.

— Bien, muy bien — la diseñadora juntó sus manos y las frotó mirando a la reina de arriba a abajo.

— ¿Qué cosa? — preguntó la rubia confundida.

— Me pidieron que los vestidos fueran los más llamativos y brillantes posibles, sin embargo, eso me preocupaba porque se corría el riesgo de que los vestidos opacaran a la persona en lugar de lo contrario — empezaba a charlar y explicar — pero creo que su majestad podrá llevar bien el atuendo que tengo pensando — sonrió emocionada.

Con una sonrisa que hizo que su boca se viera más larga, abrió una de sus cajas y sacón cinco gruesos álbumes.

— Le voy a diseñar... ¡un vestido fantástico e intenso!

Así pasaron las horas volando, tanto la reina como la princesa miraron los álbumes de vestidos, pues la mayor confiaba en los gustos de su cuñada, y la menor quería ser de ayuda para su protegida.

Cuando finalmente ambas estuvieron de acuerdo en un vestido, la diseñadora empezó a tomarle las medidas a la gobernante, usando esta un vestido ligero.

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