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"¿Qué? ¿Apuñalada? ¿Por el Vizconde Landre? ¡Pero si ese hombre es un pan de Dios! ¿Acaso no puede haber paz en el palacio?" Athenea llevó sus manos a su cabeza, estaba frustrada, tenía muchas cosas en la cabeza que todas las emociones se estaban acumulando "Calma...respira...no te dejes llevar"

— ¿Que ocurrió específicamente? — preguntó Athenea mientras componía su postura.

— Parece que el Vizconde también creyó que fue Lady Rashta quien esparció el rumor sobre la Duquesa de Tuania — empezó a explicar la dams, "No lo dudo, para que un escándalo deje de serlo se necesita de otro escándalo, en este caso se usó a la Duquesa" pensó Athenea con pesadez — Todo había empezado bien, me dijeron que Lady Rashta fue la que lo dejó pasar.

"¿Es que quien podría sospechar de tan inocente rostro?" Pensó, muchos creerian que por aparentar ser una persona tranquila no sería capaz de hacer algo cruel, pero no es así, no importa que tan dulce, tranquilo y amable sea, puede llegar a matar, ella es prueba de ello, pues aún cuando era amable, tranquila, y ayudaba a muchos, ella era capaz de matar por defender a los suyos.

— Luego, el Duque Ergi dijo que olió sangre y entró derribando la puerta, por lo que atrapó al Vizconde en la escena del crímen — siguió explicando la mujer — El Vizconde Landre fue arrestado de inmediato, cuando lo arrestaron el Vizconde no paraba de gritar a todo pulmón — concluyó con el relato.

"Al parecer, Rashta ya se ha ganado enemigos, y a todo pulso si es que en verdad fue quien creó los rumores" Athenea suspiró con pesadez.

— ¿Y como está Rashta? — preguntó Navier.

La dama no supo contestar, pues al parecer seguía siendo revisada por los médicos.

A la mañana siguiente, Athenea se apresuró a ir a la habitación de Navier, pero al llegar fue recibida en el pasillo por Eliza y Laura, quienes le dijeron que el emperador estaba hablando con la emperatriz.

Cuando Suvieshu salió fue recibido por una mirada dura y sería por parte de Athenea, el hombre se sorprendió, pues desde que la conocía, la joven pelirroja siempre le daba una mirada dulce y llena de cariño y amabilidad, ahora era diferente y eso le dolió, era prueba de que aquella relación de amigos se había fracturado por sus acciones, por haberla ofendido, por haberla regañado, por haber puesto a Rashta en primer lugar antes que a Athenea y a Navier, pero no podía admitirlo, su orgullo se lo impedía.

— Buenos días, Su majestad — y sin decir más, Athenea ingresó a la habitación junto a la Condesa Eliza y Laura.

"— ¡Buenos días, Suvieshu! ¡¿Cómo estás?! — saludó una niña pelirroja, en su rostro había una gran sonrisa.

— Buenos días Athenea, estoy bien ¿Quieres pastel? — preguntó el pelinegro con una sonrisa.

— ¡Si! ¡Eres genial! — alabó la pelirroja mientras abrazaba con fuerzas a su amigo"

El emperador apretó con fuerzas sus ojos tras tener ese recuerdo, atesoraba esos recuerdos donde Athenea lo trataba bien, donde la pelirroja lo consideraba su amigo, pero solo eran eso, recuerdos.

Athenea había dejado en claro que no eran amigos, pero aunque fuera así, él siempre la querría como una amiga...como la hermana que nunca tuvo.

Suspiró y se retiró de allí.

Athenea miró por última vez la puerta, su corazón su estrujó, había tratado a Suvieshu como un desconocido, como solo un emperador, no cómo el amigo que estuvo para ella, se sentía fatal, pero el emperador se había encargado de que todo lindo sentimiento se fuera, ¡La había acusado de lo ocurrido con el Vizconde Lotteshu! Había puesto por delante a Rashta, una mujer que solo lleva un mes de conocerla, habia dañado a Navier con sus actos, algo imperdonable para ella.

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