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Athenea se acostó en la cama de la emperatriz bajo la mirada de todas las chicas de allí, la emperatriz solo sonrió divertida, su amada aprendiz estaba cansada, se tomaba tan en serio cuidar de ella que no durmió durante todo el viaje.

— Está muy cansada, siempre que usted viaja ella hace lo mismo, está vez ni siquiera dejo que la cambiaramos — hablo la condesa Eliza mientras se acercaba a la joven y la quitaba la pequeña corona que reposaba en su cabeza, al igual que los tacones.

— La princesa Athenea parece un ángel mientras duerme — dijo Laura mientras veía dormir a la pelirroja.

Ambas mujeres dejaron de ver a la más chica y decidieron atender a la emperatriz, a ella nunca le molestó que vieran por Athenea, si lo hacían le agradaba, y es que quería que la pelirroja recibiera la mejor atención, después de todo había renunciado a todo por ella, se había ido de su hogar solo por cumplir con protegerla, y eso es algo que en cierta forma la atormentaba, por ello varias veces al año iban al hogar de los Gardien, y no solo eso, los invitaba a varias de las festividades para que Athenea pasara tiempo con sus padres.

— ¿Sucedió algo en mi ausencia? — preguntó Navier al notar como sus damas se encontraban tensas, ambas miraron a Athenea y al ver que dormía suspiraron. — ¿No quieren que Thea se entere? — las damas se miraron nerviosas.

— Sabemos que a la princesa Athenea no le importaría encarar al emperador con tal de su felicidad su majestad, así que...

— Temen que se meta en problemas — las damas asintieron — no deben preocuparse por ello, Athenea sabe que no debe tener problemas con el emperador, y si pasa él no puede hacer nada, ella no pertenece a este imperio, ella es la princesa de un reino propio de su familia, así que si le hace algo causaría un conflicto entre ambos reinos, y sabemos que nosotros saldríamos mal, el reino Magique es más poderoso que el reino del Oriente o cualquier otro imperio — explicó, las damas eran conocedoras de eso pero aún así temían por la chica, aquella pelirroja era respetada y amada por todos, así que era normal preocuparse por ella.

— Bien... Es que el emperador trajo a una chica mugrienta cuando volvió de cacería — hablo Laura, Eliza al ver eso suspiró, aquello había ocasionado muchos rumores por lo cual debían informarle a su emperatriz.

— Al parecer es una esclava, cayó en una de las trampas del emperador, él la trajo al palacio y nos hizo bañarla — lo último pareció ser una queja por parte de la condesa.

— ¡Fue horrible! — está vez se quejo Laura.

— Y yo aquí sin lavarme con mis propias manos, nosotras solo nos mojamos las manos por usted su majestad — Navier escuchaba atenta cada cosa que decían sus damas.

Athenea se removió un poco, las damas siguieron hablando con la emperatriz sin darse cuenta del brillo que emitía Athenea.

"— ¡Te quedarás aquí, no dejaré que Navier reciba tu ayuda! — grito el emperador mientras empujaba a la pelirroja a una habitación.

— ¡No me puedes encerrar! ¡Navier es mi señora, si usted me lo impide puedo matarlo! — Suvieshu mostró sorpresa ante lo dicho por la menor, ella jamás se había mostrado así.

— Nunca te comportaste así — Athenea sonrió con ironía.

— Los Gardien somos calmados pero no olvides que somos vengativos y daríamos todo por proteger a nuestro señor o señora, y tú, emperador Suvieshu, me ha hecho enojar — sonrió y sus ojos brillaron de un dorado haciendo que el emperador fuera empujado hasta el otro lado del pasillo y la puerta se cerrará con fuerza.

— ¡Athenea! — grito el emperador pero unas simples palabras de la pelirroja lo aterraron.

— Soy una princesa, vamos a ver cómo reaccionarás al ver a mi familia en contra tuya — sin más la pelirroja desapareció de la habitación."

— ¡Athenea! — Navier se puso de pie y se acercó a la pelirroja al ver cómo esta tenía los ojos abiertos y estaban de un color dorado.

— ¿Que sucedió My Lady? — pregunto Laura con preocupación.

— Ví algo... No es nada — murmuró Athenea mientras se sentaba en la cama, ella nunca se había llevado muy mal con el emperador.

— Thea, últimamente tus poderes van en aumento, usa aquel collar que tu padre de obsequio — hablo Navier mientras se sentaba a un lado de su amiga.

— No, si lo uso todos mis poderes serán sellados, no puedo permitir eso, los necesito para cuidarla — Tanto Eliza como Laura se conmovieron, Athenea se había ido de su reino a la edad de 10 años donde vivió con los Troby hasta que Navier se casó y a los 14 empezó a vivir en el palacio, era una niña con una responsabilidad muy grande, y aún así cuido bien de ella.

— Tienes la espada, Thea, eres mi adoración, no quisiera que sufrieras, ya casi ni duermes como para que cuando al fin quieras descansar pase ésto — Athenea se sonrojo, ningún Gardien había sido tan unido a quien debían cuidar, al menos no de ambos lados, el que Navier lo dijera la emocionaba.

— Yo...debo cuidar de ti — Navier acaricio la mejilla de la menor con cariño.

— Y yo quiero cuidar de ti, sabes que te considero una hermana menor — tanto Eliza como Laura se había ido de la habitación para darles su espacio.

— Pero... — Navier suspiro, no había fuerza humana que hiciera cambiar de opinión a Athenea.

— Bien, descansa, estamos en el palacio, aquí no me pasará nada — la pelirroja asintio se iba a parar para ir a su habitación pero la mano de Navier la detuvo — duerme aquí, mandaré que te traigan tu bata de dormir — Navier se puso de pie y dejo a la menor para que se quitara algunos arreglos de su cabello.

Con calma salió de la habitación, Laura y Eliza vieron con preocupación a la emperatriz, le había afectado más ver así a Athenea que el pensar que su marido planee traer una amante.

— Su majestad ¿Cómo se encuentra la princesa Athenea? — preguntó Eliza, Navier inhaló profundamente para luego poner su rostro serio, quizás lo único que la afectaba demasiado era lo relacionado con Athenea.

— Condesa Eliza, vaya a la habitación de Thea, trae su ropa de dormir y la ropa que usará mañana, Laura, prepara su baño — ambas mujeres asintieron, Navier y Laura entraron a la habitación, la segunda fue al baño de la habitación mientras que Navier fue a ayudar a la menor a deshacerse de esos pasadores que usaba en su cabello.

— Por ello prefiero usarlo suelto, al natural — murmuró Athenea mientras dejaba el último pasador en el buró.

— Te comprendo — Navier sonrió y acaricio la melena roja de Athenea.

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Athenea dormía plácidamente bajo el cuidado de Laura, está se encontraba leyendo, en un momento dejo de leer y se acercó a la cama, al ver que la princesa estaba un poco destapada la cubrió nuevamente.

— Solo espero y que si esa mujer se vuelve la amante del emperador nunca se meta con usted y la emperatriz — suplico en un susurro, después de eso se fue a su lugar y siguió leyendo.

Más de una hora después llegó la emperatriz, su rostro mostraba cansancio, había ido a cenar con el emperador y todo había resultado incómodo y molesto, ya no había rastros de esa bonita relación que tenían cuando eran niños.

— Su majestad — se inclino Laura, al ver que no estaba de buenos ánimos la ayudó a cambiarse y darse un baño, tiempo después la emperatriz se fue a su cama, sonrió con calma al ver a Athenea dormir.

"Lo único que parece animarla siempre es ver a la princesa Athenea" pensó Laura mientras guardaba las joyas de la emperatriz.

Al terminar Laura se retiró y la emperatriz se quedó en su cama mientras pensaba, estaba casi segura que aquella chica que el emperador había llevado al palacio se volvería en su concubina, un pequeño dolor en su pecho se hizo presente, se sentía insuficiente.

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