Capítulo 21 - Estoy aquí

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Me sacaba totalmente de quicio. Definitivamente no entendía los límites. Me hacía salir de la cama a las seis de la mañana para hacer el estúpido en la azotea.

Después se me quedó mirando impaciente, con la mano extendida, esperando por mí. No quería, pero acabé haciéndolo, cedí.

Lo primero que sentí fue tristeza, desesperación, soledad. No era nada agradable. Lo sentía tan profundamente que me estaba ocasionando un nudo en el estómago. ¿Qué habría pasado para sentir eso? Era desesperante. No podía entender que aquellos sentimientos estuvieran tan presentes en él, cuando siempre daba la sensación de tener todo. Siempre estaba sonriendo. No eran muchos los momentos en los que no se mostraba feliz delante de los demás. Y a pesar de eso...

De repente, todo cambió y sentí tranquilidad. Alegría. Entusiasmo. Una felicidad absoluta y aplastante. Me embriagó por completo. Aiden debía de estar pensando en uno de los mejores días de su vida. Notaba la calidez de sus emociones y fui feliz. Era la primera vez que compartía un momento así. Las últimas veces que tuve un vínculo con otro mago, solo me llegaban los sentimientos propios de un duelo. Los recuerdos no tenían cabida por aquel entonces, pero, en aquel momento...

Entonces se me ocurrió que podía ofrecerle lo mismo. Un recuerdo feliz. Busqué en la memoria y no tardé en encontrarlo.

Era invierno, mi madre había cocinado una especie de caldo con muchas especias. Me encantaba. Adoraba el frío y la comida de mi madre. Mi hermana entró corriendo en el comedor. Llevaba una carta en la mano. No sabía lo que era, pero sí sabía que estábamos esperando la resolución. Yo no quería abrirla, tenía miedo de que nos rechazasen. Pero Eri era más lista que yo y confiaba en mí. No me dejó posibilidad alguna de huir de allí antes de abrir la carta. Nos habían admitido. Eri me abrazó con fuerza, mientras yo intentaba procesar lo que estaba pasando. Mamá lloraba de alegría y me besaba la cabeza. Papá intentaba ocultar la emoción de su rostro, aunque nunca fue buen actor. Y Eri gritaba y reía y lloraba. Aquel día lo tuve todo. Estaba seguro de que aquel momento iba a quedar guardado en mi mente para siempre como un sinónimo de felicidad.

Aquel era, posiblemente, el recuerdo más feliz que tenía. Siempre lo recordaba con cariño.

Miré a Aiden para ver si lo estaba sintiendo. Sonreía. Me sonreía a mí.

Estuve a punto de decir algo, pero cambié de idea cuando empecé a ver los signos de crispación en su rostro. Las emociones que fluían entre nosotros desaparecieron de golpe. Todo era oscuridad. Incluso sentí dolor físico y tuve que romper el contacto, pero el vínculo seguía entre nosotros.

Ya no era necesario estar tocándonos para compartir emociones y eso me asustó. Había compartido un par de vínculos con otros magos, sobre todo cuando era niño, pero hacía años que no lograba involucrarme de esa manera con nadie. Tampoco lo intentaba. Con Aiden había sido diferente. Lo había tratado exactamente igual que a todos, incluso peor, pero nada había salido igual. El vínculo había aparecido de repente, mucho más fuerte que ninguno anterior.

Dejé de sentir el latido de su corazón. Era como si las emociones se hubieran apagado de golpe. Después, vino el miedo. Aiden estaba aterrorizado. Estaba entrando en pánico y yo también me asusté. Noté como su respiración se agitó, temblaba y estaba llorando. No tenía ni idea de lo que le estaba pasando por la cabeza y aun así me sentí identificado. Necesitaba que el sentimiento tan desagradable que estaba sintiendo parara. No solo por él, por mí. No me veía capaz de seguir soportándolo mucho más tiempo.

Lo vi tan solo, lo sentí tan perdido que no pude evitar envolverlo entre mis brazos. Se intentó separar, pero no le dejé. Lo abracé más fuerte hasta que él también me devolvió el abrazo.

A lo mejor él también estaba roto. A lo mejor no éramos tan diferentes como yo me había esforzado en creer. Quizás el vínculo tan extraño que teníamos se había hecho tan fuerte por ese motivo. A lo mejor, si seguíamos juntos... no tendríamos porqué volver a sentirnos solos.

Intenté transmitirle tranquilidad y confianza, pero en mi cabeza no podía parar de repetir "no estás solo". Supongo que funcionó, porque un par de minutos después respiraba con normalidad contra mi cuello.

Victoria ColateralWhere stories live. Discover now