Capítulo IX: Eyra

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Eyra caminaba por detrás de Goen y de Buri, que llevaban ya una media hora perdidos en una estúpida y acalorada conversación sobre si las hachas eran o no superiores a las espadas.

El sol brillaba casi en lo alto, por sobre las copas de los árboles, mientras avanzaban por el pavimentado camino en dirección a Jerme y, por suerte, Goen había dejado de actuar de forma tan extraña y de desaparecer entre los árboles. A Eyra aquello le había molestado profundamente; ¿era acaso tan difícil estarse quieto y quedarse con el grupo?

Se llevó una mano al pecho y tomó el dije que había comprado hacía un par de días. Solía hacer eso cuando se ponía a pensar. Esta vez, con nerviosismo, pensaba en sus padres. En cómo estarían luego de todos estos años, si la extrañarían. Habían pasado unos meses desde la última carta que le enviaron, y luego de ello, no había sabido nada de ellos.

–Ey –una voz le habló a su izquierda. Un joven de unos veinticinco años, cabello largo y negro y con una sombra de una barba que, de dejarla crecer, crecería bien poblada. Al igual que todos, llevaba su casco enganchado al cinturón de su armadura de Vigilante.

–¡Louis! Tiempo sin verte –saludó–. No sabía que te habían asignado a los exploradores.

–Veo que te ascendieron a Vigilante –observó Louis–. Felicitaciones.

–Gracias –sonrió Eyra. Louis había sido ascendido un mes antes que ella, pero a partir de ese momento dejaron de hablarse– ¿Cómo van las cosas en el cuartel del sur? –preguntó.

–Los últimos meses hemos tenido algún que otro problema con los Horgs del sur, pero nada que no podamos controlar –los Horgs eran una raza de jabalíes bastante territoriales y más grandes que los jabalíes convencionales. Los Horgs de la Península, sin embargo, no medían más que un metro de alto.

–Nunca he visto a un Horg –comentó Eyra, dándose cuenta en ese mismo momento–. Sé cómo son, pero jamás he visto uno.

–Al parecer les gustan las cuevas del sur para hacer sus madrigueras, y tienen un buen apetito por las zanahorias del viejo Harvestfield –comentó.

–Había olvidado al anciano, ¿cómo se encuentra?

–Anciano, gruñón... –contestó Louis y Eyra contuvo la risa dejando escapar una sonrisa.

–¿Recuerdas esa vez que tuvimos que separar al anciano de un ratero que había intentado robarle una zanahoria? –preguntó Louis–. Bueno, ahora imagina que el ladrón tiene cuatro patas y mucho pelo.

Ambos rieron. En verdad, el viejo Harvestfield no era una persona "valiente". Era un anciano con muy mal carácter, y la diferencia podía verse claramente en las expresiones faciales que hacía cuando algo no le gustaba; y no muchos en Jerme eran capaces de sostenerle la mirada cuando éste los analizaba. Así era como, de hecho, pocas veces había tenido un ayudante por más de una semana; el anciano pagaba bien, pero nadie podía soportar aquellos amenazantes ojos verdes surcados de arrugas.

–¿Sigues con tu plan? –preguntó Louis tras unos minutos de silencio. Goen y Buri parecían haber cambiado de tema, pues ahora hablaban más despacio.

–Sí –respondió Eyra un tanto avergonzada. La razón de esta vergüenza que fácilmente pudo ocultar, era que cuando conoció a Louis estaba profundamente motivada en llegar a ser Jefa de la Guardia de Jerme; o incluso llegar a los rangos Reales, administrando la seguridad de Hestia. Al recordar todo lo que le había dicho a Louis en su momento, pensaba que quizás habría hablado demasiado.

–Cuando me dijiste que serías quien se encargue de la seguridad de todo Jerme –comentó Louis sin notar que Eyra comenzaba a incomodarse–, únicamente vi a una chica con las expectativas demasiado...

–¡Eyra! No nos presentaste a tu amigo.

Tanto Buri como Goen se pusieron a la par de Louis y de Eyra. Buri al rescate, pensó Eyra, agradeciéndole con la mirada que los haya interrumpido.

–Louis Quarrel. Es un placer –se presentó estrechando su mano.

–Quarrel... –repitió Buri– ¿No eres el hijo de James?

–Sí...

–¿No me recuerdas? Soy Buri, una vez nos peleamos por Lyra.

–Pueblo pequeño... –comenzó Eyra en voz lo suficientemente baja como para que sólo Goen la escuchara.

–Infierno grande –contestó él en el mismo tono de voz.

Buri y Louis continuaron conversando y no tardaron en caminar detrás de Eyra y de Goen, quienes caminaron en silencio. Eyra notó que Goen estaba tranquilo. También notó que, detrás de esos ojos, iban y venían mil pensamientos.

El día transcurrió rápidamente luego de aquello. Eyra notó que Goen era una persona muy poco conversadora, y se preguntó qué era aquello que pasaba por la cabeza de Goen, quien casi parecía estar en otro mundo, con otras personas y otras preocupaciones, mientras caminaba por aquel bosque.

Hacia el mediodía llegaron a Jerme. No había rastros de la nieve o del barro que habían dejado los temporales los días antes de que salieran de Jerme. Sin embargo, al salir del resguardo del bosque, recordaron lo frío que podía ser el lugar a causa de los incesantes vientos que inclinaban las hierbas hacia el sur en su viaje hacia Las Tierras Desocupadas, como solían llamarlas. Al ver de nuevo la ciudad, Goen se impacientó, deseando que sus compañeros tuviesen la misma prisa que él por llegar.

–Al llegar a la ciudad, descansaremos cerca de una hora. Un mensajero partió ayer, por lo que las autoridades de Jerme ya están al aviso de que el Rey y su compañía pasarán por aquí.

–¿Quieres que vayamos contigo? –preguntó Eyra adivinando los pensamientos de Goen.

–Preferiría ir solo –contestó él.

Así, al llegar al cuartel con el sol en el punto más alto del cielo, Goen se dirigió hacia su hogar, donde Alyssa lo esperaba. Donde Deul, a las puertas de la muerte, lo esperaba.

Ninguno de los tres dijo nada cuando Goen volvió, cuarenta minutos después, con una mochila bastante más llena y con los ojos enrojecidos por las lágrimas.

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⏰ Last updated: Aug 30, 2023 ⏰

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Constelación: Skart (Acto I. La península)Where stories live. Discover now