Capítulo IV: La misión

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Goen despertó acurrucado en una de las esquinas de la celda con una manta sobre él. Había sido la voz de un guardia quien lo despertó.

–Smithson. Ya puedes irte –se trataba de un hombre alto y corpulento–. Rápido, te están esperando.

Goen no esperó una segunda llamada para tomar la manta y levantarse. Recorrió un pasillo de piedra pobremente iluminado con unas pocas antorchas que acababa en una escalera con una puerta. Al abrirla, salió a la superficie aún atontado por la oscuridad y la desorientación. Las mazmorras de Jerme se extendían por debajo de la empalizada, siendo un largo pasillo con galerías de celdas subterráneas. Ni bien salió, una mujer lo abrazó.

–Alyssa –la saludó en cuanto la reconoció, devolviendo el abrazo– ¿Cómo se encuentra Deul?

–Está con vida, el asesino no logró herirlo con demasiada gravedad y por suerte no perforó nada que no podamos arreglar, pero...

–¿Pero?

–La daga estaba envenenada. Pude parar la infección, pero no tengo las hierbas para curarlo por completo. Necesito lágrimas de Mua, y ese tipo de cosas se consiguen en Hestia.

–Entonces hay que ir a la ciudad real –murmuró Goen–. Primero, ¿puedo ver a Deul?

–Ven. Vamos a casa –respondió en tono evasivo.

Todo Jerme era lodo tras la lluvia de la noche anterior. Ni rastro había quedado de la blanca nevada de la otra noche. Sin embargo, las temperaturas estaban bajando nuevamente, y probablemente los charcos de agua que Goen y Alyssa esquivaban aquí y allá se congelarían en los próximos días. Amaneció nublado, pero no parecía que fuera a llover nuevamente aquel día. Goen se sentía terriblemente cansado, pero la ansiedad que le producía pensar en Deul lograba despertarlo como si lo sumergiesen en agua helada.

Poco tardaron en llegar a casa. Al abrir la puerta, Goen se encontró con Buri y con Eyra sentados a la mesa, esperando.

–Está arriba, en su habitación –indicó Alyssa. Goen subió en silencio y las escaleras crujieron bajo sus pies.

La planta de arriba era sencilla. Las escaleras daban a una habitación vacía y de paredes desnudas que tenía tres puertas que llevaban a la habitación de Alyssa, a la habitación que solía pertenecer a los padres de Goen y que ahora le pertenecía a él y a la habitación que Deul y Goen solían compartir en el pasado.

Sin llamar a la puerta, Goen giró el picaporte y empujó la hoja de madera que se abrió sin emitir ningún quejido. Allí estaba Deul, completamente pálido y durmiendo. Su pecho subía y bajaba a un ritmo regular y tenía los ojos tapados con un trapo.

Se acercó y lo observó. Debajo de aquellas sábanas, una infección amenazaba con tomar la vida de su hermano pequeño, y no pudo evitar desear golpear de nuevo a aquel sujeto; esta vez hasta matarlo. La voz de "¡Salve, Rey del Norte, conquistador y señor de la Península!" retumbó en su cabeza. Sabía que había una paz tensa desde hacía unos cien años entre los reinos del norte y los reinos del sur; pero jamás había oído de un atentado como aquel a plena luz del día.

–Volveré pronto –susurró casi inaudible mientras se giraba y caminaba hasta la puerta.

Al bajar, Buri y Eyra seguían allí, sin atreverse a hablar. Cuando Goen bajó las escaleras, fue Alyssa quien rompió el silencio.

–¿Recuerdas lo que te dije de ir a la Ciudad Real?

–Partiré en una hora –le cortó Goen–. Eyra, si puedes...

–Cállate –dijo Eyra–, y espera un segundo. Mientras estabas en el calabozo apareció un mensajero en los cuarteles. Desde la Ciudad Real. Están convocando personas para acompañar al Rey en una gran caravana en dirección al norte.

A Goen se le secó la boca en un instante.

–¿Guerra?

–No. Es... Una especie de pacto de paz; esta vez definitivo.

–La prioridad es mi hermano –objetó, más tranquilo.

–Goen, mira –comenzó Eyra–. Para empezar, siéntate –Goen obedeció de mala gana–. Mañana a primera hora, todos los voluntarios partirán hacia Hestia para enlistarse. Alyssa mencionó que allí encontraría la planta que...

–Lágrimas de Mua –interrumpió Alyssa

–Eso. Allí encontraría esas lágrimas que necesita para Deul.

–¿Y qué relación guarda el viaje del Rey con Deul?

–Que las hierbas no son precisamente baratas. Son plantas muy específicas que necesitan de un cuidado muy puntual.

–Entonces está decidido. Partiré a primera hora con los voluntarios –concluyó Goen antes de siquiera pensar en lo que se estaba metiendo.

–Esa es la mejor parte –intervino Buri con una sonrisa–. Hemos decidido acompañarte. Ya sabes, para que no nos extrañes.

Constelación: Skart (Acto I. La península)Where stories live. Discover now