13. La ejecución

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En la sala común de Gryffindor, Ron y Harry conversaban con ligeros fruncimientos en la frente. Ron, quien parecía querer llorar, apretaba los puños con fuerza, junto a una mueca de frustración. En la mente de Harry, cruzaban miles de planes para salvar a Buckbeak, pero cada plan era más improbable que el anterior.

Ambos se habían enterado por medio de una nota, que Buckbeak, el hipogrifo de Hagrid, fue sentenciado a muerte, por lo que hoy sería su último día en este mundo.

De repente, vieron entrar a Hermione y Emma a la sala común, con sonrisas radiantes y risas resonando en el aire. Ambos supusieron de que la pelirroja no había leído la carta que Hagrid le había escrito, quien siempre procuraba escribirles a los dos.

—¿Qué tal están chicos? —Preguntó Emma, sentándose en el sofá, aún sin darse cuenta del semblante de su hermano o de su mejor amigo.

—¿Se encuentran bien? —Cuestionó Hermione, demasiado extrañada al notarlos muy tensos.

—Buckbeak ha perdido —. Susurró Ron, con voz leve. —Hagrid ha enviado esto....

Ambas agarraron un papel, totalmente arrugado y desgastado. De inmediato, las chicas notaron que la letra temblaba, apenas era legible, indicando el estado agitado en el que Hagrid debía haber estado al escribirlo.

Emma leyó:

"Apelación perdida. La ejecución será al atardecer. No se puede hacer nada. No vengan, por favor. No quiero que vean esto".

— Hagrid.

—Debemos ir —. Exclamó Emma impulsivamente, levantando la cabeza con rapidez. —¡No puede quedarse ahí solo, esperando al verdugo!

—Pero es a la puesta del sol —. Contradijo Ron, desviando su mirada por la ventana. Tenía sus ojos empañados de lágrimas. —No nos dejarán salir, menos a ti y a Harry, Emma.

—Si al menos tuviéramos la capa invisible...

—¿Y dónde está, Harry? —Preguntó Hermione, ansiosa.

Con una mueca y semblante de decepción, el azabache les explicó como la capa había quedado en un pasadizo, específicamente debajo de la estatua de la bruja tuerta.

—Si Snape nos vuelve a ver por ahí, nos veremos en un serio problema —. Concluyó Emma, mientras negaba con su cabeza. No habían salidas, pero ella no quería dejar solo a Hagrid. Jamás le haría eso.

—Emma tiene razón —. Afirmó la castaña. —Si él los ve... —Divagó, pensativa. —
Esperen. ¿Saben cómo se abre la joroba de la bruja?

—Se le dan unos golpecitos y se dice «¡Dissendio!» —explicó Harry, dudoso. —Pero no creo que...

Hermione, sin esperar a que terminara la frase, atravesó determinada la sala común. Abrió el retrato de la Dama Gorda y desapareció de la vista.

—¿A dónde se fue? —Preguntó Ron, dirigiendo su mirada hacia donde Hermione había desaparecido.

Los tres entraron en un inquietante silencio, cada uno con sus propios pensamientos y una tensión palpable se sentía en el ambiente. Pasaron seis minutos, hasta que Hermione ingresó a la sala común con la capa de invisibilidad cuidadosamente doblada y escondida bajo su túnica, mientras mantenía una mirada de determinación.

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