La luz dio sus últimos alientos en la tierra, pintando de colores ocres el cielo, y a la distancia le pareció escuchar el distinguido rugido de Vermax, devuelta en Rocadragón.

Visenya atravesó las enormes puertas de su alma mater con el menor en brazos, a tiempo para tenderle el valioso peso extra a una de las criadas que le esperaba al entrar. La mujer logró despabilarlo y lo guio de la mano al interior de la fortaleza, seguida por otras dos iguales a ella; una para anunciar acerca de su regreso a su madre y otra para prepararle una ducha.

Aunque ni a su mamá ni a Daemon les molestaba la peste que se impregnaba en la ropa después de montar, era una formalidad de etiqueta asearse antes de cenar juntos. Se dirigió a su recámara, recibida por una muda de ropa tendida pulcramente en su sillón, una tina caliente en el centro de la habitación y una serie de aceites perfumados colocados con cuidado en su mesita, todo por las manos delicadas de una doncella a su cargo.

Se retiró los guantes de piel, dejándolos encima del baúl, y carraspeó.

—Princesa. —La mujer de espaldas se giró para hacer una reverencia pronunciada, acabando con su labor y caminando hacia ella, deslizándose unos pasos detrás—. Traje sus esencias preferidas y su vestido está...

—Eso es todo, gracias. —Aceptó la ayuda proporcionada para aflojar el conjunto, cepillándose el cabello sobre el hombro para darle acceso a la mujer de avanzada edad delegada a sus aposentos. Los nudos flaquearon y con ello su torso se vio liberado de la presión desagradable alrededor de su silueta, lanzando un suspiro de alivio.

Le hizo un gesto a mano alzada, asegurándose de que la parte delantera de la prenda no cayera de su pecho.

—Si necesito algo más te haré llamar —le obsequió una última sonrisa de soslayo, cabeceando ante una segunda reverencia. La vio partir por la puerta tras un halo de luz cálida que se colaba por el corredor.

La iluminación que provenía de su balcón abierto era más que suficiente para ducharse sin velas. Desenredó algunos mechones de su largo cabello oscuro y sacó los brazos de las mangas, arrastrando la tela hacia abajo. La ropa cayó a sus pies, apilándose en el piso sin obstáculo alguno. Aún no desarrollaba las curvas para sostener el vestido en su lugar, los ángulos de su cuerpo eran planos y poco acentuados, sus caderas apenas más anchas que su cintura y muslos sin gracia.

Las mismas caderas que los antebrazos de Jacaerys habían rozado y los muslos en los que habían descansado sus muñecas. El recuerdo quemó, frotándose ansiosamente como si pudiera borrar la sensación de su piel desnuda. Decidió que enjuagarse con agua ayudaría en su acometido.

Finalmente se deshizo de las ropas de cama, estremeciéndose cuando el tacto delicado del tejido se deslizó por sus pechos, aún demasiado pequeños para caber en la cuenca de su palma. El roce debió endurecerlos pues un hormigueo agradable se enroscó dentro de su vientre, palpando torpemente las yemas frías sobre su estómago, arrastrando las uñas debajo del ombligo. Frunció el ceño cuando el tirón se hizo más fuerte y su respiración más acelerada.

Batió aquella extraña emoción lejos de sí misma, aproximándose a la tina para adentrarse en ella con precaución. El agua estaba caliente, humeando y abriendo los poros de su ser conforme se sumergía, sentándose en el fondo. Sus extremidades cantaron de alegría, cada nervio en su persona se encendió de gusto y recostó la espalda superior contra uno de los costados, estirando los músculos. No fue hasta entonces que notó con precisión cuan tensa se encontraba, la rigidez se movió por su interior, un lugar al que no podía acceder con sus manos, una liberación que no se podía proporcionar de propia mano.

La superficie del agua cubría hasta las clavículas y una sensación agradable se atenuó en su núcleo cuando su mirada siguió nerviosamente los brotes hinchados que habían nacido en la punta de sus pechos. Parpadeó y caviló por un instante, su cabeza continuaba estancada, socavada en el cosquilleo que persistía en su nuca; el aliento masculino adhiriéndose a la carne.

𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 𝐘 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍𝐄𝐒 +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora